¿Me la juego o no me la juego?
A estas alturas de la crisis, y después de 13 meses de caída continuada de las Bolsas, es difícil no percibir que en los mercados de valores se están creando oportunidades. La tentación es extrema, porque uno puede plantearse en un momento dado si conviene empezar a tomar posiciones de cara a un rebote que llegará antes o después.
El problema, claro está, reside en acertar con el momento y, tirando de topicazo del mercado, aquí nadie tiene la bola de cristal.
Lo que sí existen son dos planteamientos sobre cómo encarar la situación actual. Hay inversores que comienzan a plantearse la posibilidad de entrar en Bolsa con vistas al largo plazo, convencidos, como la inmensa mayoría de los estrategas, que en ese tiempo la Bolsa estará muy por encima de los niveles actuales.
Luego están los inversores que prefieren esperar a que comience y se confirme un cambio de tendencia antes de hacer apuestas bursátiles. 'El primer duro que lo gane otro', como me decía no hace mucho un asesor financiero.
De lo que no hay duda es de que la volatilidad a corto plazo seguirá siendo elevada. Pero unos están dispuestos a sacrificar algo de rentabilidad a cambio de coger el rebote desde el principio, y otros no.
Un informe de Fidelity ahonda en la primera postura. La gestora ha analizado el comportamiento de los rebotes bursátiles desde los años treinta, y concluye que las subidas más intensas se producen en los primeros momentos de la nueva tendencia. Y arroja cifras interesantes: durante el primer mes de una recuperación bursátil se genera el 12% de todo el rendimiento de la fase alcista; y el 14%, de media, en los primeros tres meses. A los seis meses ya se ha producido un tercio de toda la ganancia, mientras que se alcanza el 40% de la fase alcista cuando se cumple un año.
El problema, señala, es que no se detecta que se ha entrado en una fase alcista hasta que el mercado ha subido ya un 20%.
¿Nos la jugamos?