El PP quiere colarse en la cocina del Banco de España
En los equipos económicos de los dos principales partidos se tiene ya constancia de que la reciente suspensión por parte de Santander de los reembolsos de su principal fondo inmobiliario, sumada a la caída en desgracia de la Caja de Castilla-La Mancha (CCM), son las primeras sacudidas que anticipan la potente reestructuración del sistema financiero español.
El gobernador del Banco de España informó el miércoles en el Congreso de que el supervisor va a intentar conducir este proceso con prudencia y discreción, como no podría ser de otra forma, pero avanzó algo todavía más importante que no ha pasado desapercibido a quienes le escucharon: Miguel Ángel Fernández Ordóñez se comprometió a prestar 'gran atención' a las condiciones que va a exigir a bancos y cajas como contrapartida a la concesión de ayudas públicas, en aras del oportuno control del 'buen uso' de las mismas.
Aconsejado por sus asesores para que se mordiera la lengua y no cayera en las trampas que podía tenderle el principal partido de la oposición, el gobernador advirtió entre líneas algo que, por otra parte, es de lógica: el Banco de España no tolerará que sean los mismos gestores que han llevado a algunas entidades a la insolvencia (palabra que en breve dejará de ser tabú) quienes se mantengan incombustibles al frente de los grupos que nacerán como consecuencia de las fusiones/absorciones que ya están planteadas a modo de mapa de maniobras castrenses.
El supervisor está acostumbrado a recibir en el comedor de Alcalá, 48, a representantes de los principales partidos políticos, sindicatos y empresarios. Sin embargo, las últimas invitaciones que ha cursado al PP para compartir diagnósticos e información han sido desoídas. El portavoz de Economía de este partido, Cristóbal Montoro, no lo achaca a la falta de interés, ni siquiera a mala voluntad. Sencillamente, no se fía de Fernández Ordóñez y sospecha que el gobernador y el Gobierno pueden hacer un uso torticero de la entrevista dando a entender que existe cierta complicidad con el PP en la preparación del baile de parejas que ya se atisba para las cajas y que puede terminar reduciendo su número a la mitad en un horizonte de dos o tres años.
No hace falta ser un lince para anticipar que el Gobierno va a pagar caro no haber consensuado en su día con el PP el nombramiento de Fernández Ordóñez al frente del Banco de España. Este va a ser un ajuste de cuentas que llega con casi tres años de retraso y que Montoro comenzó a aplicar el miércoles negando al gobernador, en un tono casi insultante, cualquier credibilidad, que no autoridad, para pilotar la concentración financiera. Para que se entiendan bien las sospechas del PP conviene apuntar su temor a que Juan Pedro Hernández Moltó sea aupado como número dos de la entidad que nazca tras la absorción por Unicaja de la caja que ahora preside.
El ruido de tambores con el que el PP ha reaccionado a los primeros movimientos en el sistema puede ser música celestial al lado de la tormenta que está dispuesto a provocar en el supuesto de que sus sospechas se hagan realidad. Decía Ernest Lluch, lo recordó el gobernador, que al dinero le asusta el ruido. El PP lo sabe y está dispuesto a desatar rayos y truenos si no hay un compromiso preciso por parte del Gobierno que le introduzca en la cocina del supervisor y le permita la preparación de los platos, en previsión de malas digestiones.
El intento de José Luis Rodríguez Zapatero, desvelado ayer por el presidente, de superar la desconfianza del PP mediante una conversación telefónica con Mariano Rajoy, ha sido percibido en Génova, 13, como una broma pesada. El barullo irá, pues, en aumento, mientras se confirman dos evidencias: la dificultad de un pacto PSOE-PP para encauzar el baile de fusiones/absorciones entre cajas y el enorme escepticismo de algunos presidentes de estas últimas sobre los efectos prácticos que tendría un acuerdo de esta naturaleza. Los episodios vividos en Caja Madrid y en CCM dan soporte a estas dudas.
En La Moncloa, inquieta que el PP tenga cargada la carabina e inaugure la cacería en un sector tan sensible para los intereses del país. A modo de disculpa, en el PP se recuerda el revuelo que el PSOE montó con sus privatizaciones. Ojo por ojo y diente por diente.