Corregir los errores desde el propio sector inmobiliario
Tras el brusco frenazo del sector residencial, la crisis financiera ha dejado al descubierto todas sus debilidades. La gestión arriesgada y autocomplaciente de muchos profesionales, con la colaboración necesaria de quienes han prestado fondos y argumentos para afianzar imperios, fue incapaz de corregir un rumbo de constante huida hacia adelante. Ahora, precipitadamente, sobrevivir puede ser a costa del más débil. Bancos asfixiando empresas y familias, promotores amenazando a compradores sin subrogación, malabaristas de la letra pequeña y gestores del endose, agravan los problemas trasladándolos al que sigue en la cadena. Los escrúpulos parecen quedar autoindultados, en el pánico de un Titanic donde no hay salvavidas para todos.
Y la situación actual, pura inercia de la anterior, supone el perjuicio de muchos inocentes. De gente que confió en sus mentores, asesores o prescriptores de ventanilla, quienes ensalzaron las bondades de aprovechar el momento, de avalar, de encomendarse a créditos puente, de acometer inversiones privilegiadas, de firmar un contrato sin riesgo, etcétera.
Ocultos tras los recientes casos con gran ruido mediático, no deben olvidarse los muchos dramas personales, familiares o empresariales, de menor escala y nulo interés periodístico, que actualmente están pagando una factura muy cara. Abismo en el que ahora se encuentra gente que creía estar obrando correctamente. Sólo prevalecen los documentos firmados, sin constancia del proceso por el que se llegó a ello (confianza, conocimiento sesgado de la realidad, o brillante marketing).
Legal es lo que no está penado, al margen de exigencias éticas, y muchos dudan acerca de si merece la pena volver a confiar en un sector donde, piramidalmente, la deuda de futuros proyectos financiaba necesidades presentes. Volver a creer en quienes, perversamente, diversificaron en operaciones financieras y especulativas (alejadas de la economía real que sustentaba los activos que servían de garantía). Se han instrumentado medidas de gran escala, esperando que el propio sistema sepa reenfocarse hacia la buena senda. Pero, ¿esa es la única solución? El sector debe cambiar, a través de sus profesionales. Más allá de enterrar juguetes rotos, debe exteriorizarse un cambio de actitud de sus gestores. Olvidar esa obcecada tentación, de mantenella e no enmendalla y corregir, conscientemente, renunciando a un curso de acción hedonista y viciado. Poner en todas las acciones la necesaria prudencia y recuperar la sensatez. Justamente la ética se ocupa de los actos libres, y en ella debe basarse la credibilidad de quienes gestionen el sector.
En la empresa, detrás de toda decisión, está la persona humana, que actúa con inteligencia y con ambición, pero también con valores, creencias y principios. Así pues, una vez más, deben reivindicarse las virtudes, especialmente la justicia (más allá de lo estrictamente legal), la fortaleza (ante las colosales dificultades actuales, encarando los problemas) y la templanza (desaparecida estos años de desenfreno en pos del beneficio fácil e inmediato). Olvidar modelos perversos y recordar que sin ética no hay negocio.
Imposible volver atrás. Es preciso desaprender las reglas del crecimiento infinito e implantar nuevos códigos de conducta. Y, más allá de una ética normativa, interiorizar una manera de obrar, una autolimitación, en la que un profesional crece actuando en pos de un fin, comprometido con el bien.
Esperemos que la sentencia de algunos colegas no se cumpla, cuando afirman que 'de esta crisis solamente se salvarán los malos'. Esperemos que se equivoquen, que no sea cierto. El sector precisa recuperar un liderazgo que redefina su futuro.
En definitiva, también al sector inmobiliario es aplicable esta frase extraída del reciente discurso de Nochebuena de Su Majestad el Rey don Juan Carlos I, en la que podemos encontrar resumido el camino a seguir: ' podremos vencer problemas y dificultades si actuamos con realismo, rigor, ética y mucho esfuerzo '.
Efectivamente, solamente juntos, compartiendo unos objetivos, pero también unos principios y unos valores, podremos corregir y reemprender un nuevo camino. Este es el reto que deben asumir los profesionales del sector inmobiliario, con austeridad y mucho esfuerzo. Tal vez así se logre regenerar la confianza.
Amadeo Arderiu Calvo. Consultor, miembro de RICS (Royal Institution of Chartered Surveyors)