Al pasar la barca
Al pasar la barca/ me dijo el barquero/ las niñas bonitas/ no pagan dinero', como cantábamos de pequeños. Es decir que 'las niñas bonitas' gozan de ventajas excepcionales con los barqueros que las eximen de pagar el transbordo, de donde se infiere que todos somos iguales pero algunas resultan más iguales que otras, según acertó a escribir Orwell. Veamos cómo con sumo acierto se deslizó por esa pendiente de las imágenes el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, durante la conferencia que pronunció al inaugurar el pasado 11 de febrero en Zaragoza las IV Jornadas sobre la singularidad de las cajas de ahorros españolas, que organizaba la Federación de Usuarios de las mismas.
El título de la conferencia, La economía española después de la crisis, suponía ya una proclamación optimista, un reconocimiento de que habrá un después de la crisis, que nos encontraremos entre los supervivientes y que la economía española tendrá en esa otra orilla una andadura. El gobernador se valía de una imagen que permanece en la retina del público. Se refería al suceso del mes pasado cuando un avión, tras despegar del aeropuerto de Nueva York, perdió altura pero la increíble pericia del piloto permitió que se evitara la catástrofe, yendo a posarse sobre el río Hudson. Señalaba el conferenciante que el umbral del desastre igualó durante algunos minutos a todos los pasajeros, pero que una vez a salvo, acabada la crisis, las distintas circunstancias de cada uno de los pasajeros relativas a su salud, familia, fortuna, edad o educación, volvían a recobrar toda su relevancia y las prescripciones médicas particulares sobre la dieta o el colesterol quedaban de nuevo vigentes con el relieve anterior a las pasadas angustias.
De ahí el interés de las reflexiones del gobernador sobre qué va a suceder después, porque el carácter mundial de la crisis homogeneiza temporalmente las distintas economías, enmascara sus diferencias e impide advertir los deberes pendientes que subyacen para cada una de ellas. Reconozcamos que nadie se ha librado de la crisis, tampoco aquellos que actuaron prudentemente sin endeudarse en exceso ni deteriorar su competitividad. Para los virtuosos tampoco ha habido alivio y se les ha visto también afectados por la galerna. Pero se calmará la tempestad y entonces volverán a ser relevantes las diferencias, igual que entre los pasajeros del avión antes mencionado, una vez a salvo sobre el río.
En el análisis más lúcido y mejor escrito de cuantos se hayan hecho en los últimos meses sobre la economía española, Fernández Ordóñez repasa la senda del crecimiento por la que hemos transitado desde 1985 a pesar de nuestras desventajas en términos de nivel educativo, stock de capital, tecnologías e instituciones laborales ineficientes. El gobernador, creyente en el sector privado, le atribuye un dinamismo creciente a partir de las privatizaciones hechas al 100%, lo cual considera esencial para romper la relación entre empresas y Gobiernos.
También pondera la importancia de que nuestro país consiguiera hasta 2007 avanzar notablemente en términos de equilibrio fiscal y reducción de deuda pública. Enseguida Fernández Ordóñez se pregunta cómo ha sido posible la senda del crecimiento de los últimos 23 años a pesar de ir perdiendo competitividad, con su reflejo en un abultado déficit por cuenta corriente. Al responderse, menciona el recurso a las devaluaciones y después de que fueran imposibles con la entrada en el euro, la estabilidad y el margen de flexibilidad notable que ha introducido la inmigración en la economía española. Pero, sobre todo, desde 1999 resalta el aumento extraordinario del endeudamiento de las familias y las empresas, que ha permitido un crecimiento de nuestra demanda interna a doble velocidad que el de la UE.
Claro que el endeudamiento no puede crecer, ni tampoco caben devaluaciones, de modo que la nueva salida hay que buscarla en la mejora de nuestra productividad a través de las reformas en numerosos campos. El gobernador fue muy prudente en particular por lo que se refiere a las de las instituciones laborales y dio cuenta de algunos hallazgos de los investigadores del Banco de España. Adujo el interés de los modelos austriaco y danés, descartó el despido libre y subrayó que sin una conciencia generalizada sobre el perjuicio de las actuales inercias del sistema será imposible emprender su reforma. Todo inútil, los periodistas dieron en atribuir fantasías a Fernández Ordóñez y al gobernador le llovían felicitaciones y denuestos por lo que no había dicho. Cualquier intento de salir a dar aclaraciones hubiera derivado en agravamiento. Volvamos al estribillo: al pasar la barca...
Miguel Ángel Aguilar. Periodista