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Tokio

La dimisión del ministro de Finanzas agudiza la crisis del Gobierno japonés en plena recesión

El ministro de Finanzas japonés, Shoichi Nakagawa, dimitió ayer tras comparecer aparentemente ebrio en la última reunión del G-7 celebrada el pasado fin de semana en Roma. El escándalo y críticas que las imágenes provocaron en Japón obligó a Nakagawa a tomar esa decisión y deja en una delicada posición al primer ministro, Taro Aso, cuya popularidad se ha desplomado en plena recesión económica.

La dimisión de Nakagawa -que asegura que su comportamiento se debió al jet lag y a los medicamentos que tomó para el resfriado- aumenta las posibilidades de que Aso no agote su mandato, que termina en septiembre. Y aviva la convulsa situación política del Gobierno del Partido Liberal Demócrata que ostenta el poder desde los años cincuenta.

En menos de dos años, Japón ha tenido tres mandatarios. Taro Aso, del ala conservadora del partido, fue elegido el pasado septiembre, y ahora debe hacer frente a la mayor recesión de Japón en los últimos 35 años. Si ello no fuera bastante, debe convivir con una guerra abierta dentro de su partido para sucederle. Aso está intentando que el Parlamento apruebe un plan de estímulo económico y un presupuesto récord de 958.000 millones de dólares para sacar a la segunda mayor economía del mundo de la recesión.

El PIB de Japón se desplomó en el cuarto trimestre del año anterior y cayó un 3,3%. Buena parte de esta situación se debe al fuerte descenso de las exportaciones, una de las principales fuente de ingresos del país asiático.

Ante este panorama, son muchos los que auguran la caída del Gobierno antes de las comicios de octubre. Aso confía en recuperar algo de su perdida popularidad en el encuentro que mantendrá con el presidente de EE UU, Barack Obama, la próxima semana en la Casa Blanca.

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