La esencia del liderazgo de Obama
Douglas McEncroe analiza las características del presidente de EE UU que pueden resultar útiles a empresarios y políticos a la hora de enfrentarse a la dirección de sus organizaciones durante la crisis.
Para las personas que dedicamos nuestra vida al desarrollo del liderazgo en las organizaciones, el fenómeno Barack Obama realimenta nuestra pasión. Es fácil identificar elementos de liderazgo en sus comportamientos, pero es más complicado descubrir cuál es su verdadera esencia. Merece la pena intentarlo, porque frente a los grandes retos, esta esencia puede mostrar criterios que a nuestros líderes empresariales y políticos les sirvan como guía a la hora de dirigir nuestras organizaciones durante esta crisis.
El discurso de investidura del presidente Obama ofrece algunas pistas de esta esencia. La primera es su voluntad de presentar los problemas reales con toda su complejidad. Lo ha hecho en la investidura, y también lo hizo durante las primarias en su discurso en Filadelfia sobre las relaciones raciales en Estados Unidos. Obama trata a las personas como adultos, reconociendo que como adultos pueden encajar la realidad. Les pide responsabilidad y sacrificio de cara a afrontar dichos problemas, pero en contrapartida ofrece esperanza y soluciones concretas. Y les demuestra, con ejemplos de la propia historia norteamericana, que se puede superar la actual crisis.
Obama, para dar más fuerza, utiliza otros dos elementos que parecen ser ingredientes de la esencia de su liderazgo: la hábil utilización del discurso y las historias bien contadas. Ha llegado a ser un artesano de la palabra; narra historias poéticamente, utiliza imágenes, sonidos y potentes mitos que habitan el inconsciente de sus oyentes. Así da vida y fuerza al mensaje que quiere transmitir. Su descripción de una escena de George Washington, durante el momento más desesperado de la Guerra de la Independencia, inspiró a los dos millones de compatriotas que escuchaban su discurso en el monumento dedicado al padre de la nación, lo que seguramente contribuyó a que creyeran que juntos pueden superar esta crisis. El reconocimiento del poder del discurso, de la palabra, y su utilización inteligente con los medios más modernos como internet, forma parte de su liderazgo.
Otro elemento es la elección de causas nobles, desde la ética y los ideales descritos en la Constitución americana, y el servicio a los demás para dotar de significado el sacrificio, el trabajo duro y la aceptación de la responsabilidad propia en esta lucha por superar la crisis. A cambio, los comportamientos de su Gobierno son coherentes con esta ética, tejida de transparencia, responsabilidad y la clara idea de que el Gobierno existe para servir al pueblo y no viceversa, porque sólo así, como ha dicho en su discurso de inauguración, 'se puede recuperar esta confianza vital entre un pueblo y su Gobierno'. El 25 de enero anunció que cualquier ciudadano podría entrar en la página de internet Recovery.gov, y seguir cómo su Gobierno gasta sus impuestos.
Quizá el elemento más importante de la esencia del liderazgo de Obama es la coherencia, parece que lo que pide a los demás lo hace él. En los primeros cuatro días de su mandato le hemos visto firmar la orden de cerrar Guantánamo Bay; otra para prohibir la práctica de la tortura; la elección de los miembros de su equipo según su valía, no su ideología; la congelación del salario de su equipo, y la redacción de pautas de conducta para su gabinete. Tal coherencia da credibilidad a su liderazgo y representa el núcleo de la esencia del liderazgo de Obama. Y la esencia de su liderazgo es lo que necesitan nuestras empresas. Es la esencia del realismo, que trata a las personas como adultos, que entiende el poder de la palabra, que identifica las causas o metas que dan sentido al esfuerzo, en un continuo de ética y transparencia. En síntesis, la coherencia entre los ideales comunicados y las acciones llevadas a cabo.
He visto a muchos directivos en muchas organizaciones dedicar sus esfuerzos y energías no a servir a su empresa ni a su gente, sino a avanzar en su propia carrera. A veces, uno puede observar un sinfín de acciones que se pueden clasificar como políticas destinadas a un buen posicionamiento del ejecutivo, que no producen absolutamente nada para la empresa. Siempre he creído que un buen consejero delegado identifica estas prácticas y penaliza a su autor, ya que claramente perjudica la salud de la organización. Con la crisis que vivimos, estos comportamientos son aún más despreciables que nunca. Los consejeros delegados harían bien no sólo en penalizar a sus autores, sino en despedirles. Ya no estamos para juegos.
A cualquier consejero delegado le vendría bien analizar la esencia del liderazgo de Obama y aplicarlo a su empresa. Le puede ayudar a navegar mejor en estas aguas turbulentas. Aprendería a presentar los problemas tal como son, comprendiendo que al tiempo ha de transmitir esperanza. Entendería el poder de la palabra y aprendería a construir discursos como un artesano produce su obra de arte. Así podría pedir esfuerzos, sacrificios, y la aceptación de la responsabilidad por parte de cada empleado. El mismo ejercicio le llevaría a identificar los elementos que sí dan significado al trabajo que realiza su gente. Pero, sobre todo, recompensaría a los directivos que se desempeñan por el bien de todos y eliminaría a aquellos cuyo único propósito es conseguir su propio beneficio.
Los retos de hoy son inmensos, pero por ahora el estilo de liderazgo de Obama nos muestra pistas para encaminar a nuestras empresas no sólo hacia la recuperación, sino hacia un futuro mejor.
Douglas McEncroe. Director de Douglas McEncroe Group