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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El paro exige ya una respuesta

En enero, 198.838 personas perdieron su trabajo y los desempleados superaron los 3,3 millones. Estos datos tienen el triste honor de representar récords históricos y justifican la profunda preocupación de todos los ciudadanos por su estabilidad laboral. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ya tuvo en persona un aviso claro de este sentimiento hace 10 días en el programa de TVE Tengo una pregunta para usted. Los ciudadanos incidieron sobre todo en su inquietud por la falta de iniciativas del Gobierno para frenar la hemorragia del paro.

Hasta el momento el Ejecutivo ha puesto en marcha un plan de choque contra el desempleo basado en obras municipales. Con él pretende crear empleo para 300.000 personas durante seis u ocho meses. El objetivo es ganar tiempo con la esperanza de que, terminado ese plazo, la economía vuelva a ser capaz de crear empleo. Los expertos, los agentes sociales y la oposición política desconfían, no sin razón, de estas previsiones, que parecen dictadas más por el voluntarismo que por un análisis realista de la situación. Como muestra de este desconcierto, ayer, la secretaria general de Empleo, Maravillas Rojo, reconocía que es posible alcanzar los cuatro millones de parados este año a la vez que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, descartaba de nuevo tal posibilidad.

Lejos de entrar en inútiles debates sobre las cifras, el objetivo ha de ser de volcarse con urgencia en medidas que creen empleo estable. Al margen del plan de choque, las principales iniciativas se centran en garantizar la cobertura de los desempleados. Es sin duda necesario y un derecho de los ciudadanos para paliar el drama de muchas familias y sostener el consumo. Pero no es la solución. La mejor política social es la de generar puestos de trabajo.

El Gobierno debe borrar la imagen de capitulación que, a su pesar, mantiene frente al paro y aprobar de inmediato disposiciones en apoyo de las empresas, las verdaderas creadoras del empleo. Pero se requieren medidas sin apriorismos, que incluyan rebajas impositivas y de cotizaciones sociales, reformas estructurales y de mercado que abaraten los costes de producción -burocráticos, energéticos, de servicios, logísticos, de transporte...- y la flexibilización sin miedos del mercado laboral. Se requieren cambios estructurales en el sistema educativo o en la investigación, pero ahora urgen las acciones de contención.

Las empresas requieren también que se asegure su financiación. En este sentido, el Gobierno deberá afinar sus relaciones con la banca. Las declaraciones, ayer, del ministro de Industria con la amenaza implícita porque 'al Gobierno se le está acabando la paciencia' no son el camino. Si el Ejecutivo está considerando decisiones más drásticas para garantizar el crédito, lo último que debe practicar es la amenaza. Lo otro suena a bravuconería improcedente y, sobre todo, ineficaz.

Es ilusorio creer que el desempleo se solucionará sin tomar medidas que involucren al Gobierno, la banca, las empresas y los sindicatos. La dimensión que ha alcanzado lo encamina hacia la conflictividad social, como ya ocurre en países del entorno. Si el paro nos está arrollando con inusitada virulencia, sería muy peligroso que también nos desbordasen sus consecuencias.

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