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Creciente riesgo de conflicto social

Los datos de empleo del cuarto trimestre de 2008 fueron dramáticos. Pero los del primero de este año no serán mejopres, a juzgar por lo que ha ocurrido en enero. Doscientos mil parados más, otros tantos afiliados menos a la Seguridad Social, que pueden colocar la cifra de desempleo en los cuatro millones antes de verano y una cifra de espanto a fin de año. Parece que sólo las cifras son conscientes de lo que ocurre, porque todavía nadie entre los encargados de solucionarlo ha tocado a rebato para hacerlo. En España hay cada vez más riesgo de conflicto social. Cuatro millones de parados son muchos y no parece que haya soluciones sobre la mesa. La competencia por el empleo escaso puede provocar reacciones de otras épocas y ya vividas en otros países, y que podrían agravarse por la presencia de cinco millones de imigrantes.

A riesgo de ser calificado de antipatriota, que no de serlo, me gustaría llamar la atención a quien corresponda sobre la necesidad de elaborar con cierta urgencia una hoja de ruta para darle la vuelta a una situación en la que se destruyen 200.000 empleos cada mes, que lleva así desde septiembre y que, de mantenerse en los próximos meses, llevará a España a superar los cuatro millones de parados antes de verano. España tiene una economía de estructura productiva débil, excesivamente concentrada en servicios de bajo valor añadido y construcción, ambas muy intensivas en personal, y sufre sobremanera cuando hay caídas de demanda como las de ahora. Ni Francia ni Alemania están registrando las pérdidas de empleo que España, aunque tengan un desempeño de la actividad similar. Lógicamente, los niveles de endeudamiento y de pesimismo de familias y empresas tampoco es igual allí que en España.

En enero el ritmo de destrucción interanual de empleo, según los registros de la Seguridad Social, sería del 5,11%, aproximadamente un millón de personas al año. Esta variación es compatible con una caída del Producto Interior Bruto del 4,4% que avanzaba el Banco de España para el último trimestre de 2008. En concreto, estimaba que la tasa de descenso del producto había sido en el trimestre del 1,1%, que anualizada, tal como los estadounidenses computan el crecimiento, supondría una caída del 4,4%. Seguramente los meses transcurridos desde septiembre de 2008 hasta junio de este año serán los más duros de la crisis en términos de empleo, aunque casi mayoritariamente los nuevos desempleados tendrán protección.

Pero el seguro y el subsidio no son eternos. La duración media de las prestaciones es de 13 meses para la gente que llega ahora al desempleo, porque además proceden mayoritariamente de contratos temporales. Tal variable puede elevarse a medida que las empresas vayan concentrando el ajuste en los contratos fijos, que ahora aplazan por un problema de coste. En todo caso, es cuestión de meses que el número de parados sin protección se incremente, y abra la espita del conflicto social. Y eso es precisamente lo que hay que evitar.

El Gobierno, los emprersarios, los bancos y los sindicatos tienen una responsabilidad capital para evitarlo. Deben saber que los parados no quieren subsidio, sino trabajo, y deben ponerse a trabajar para dar una respuesta a lo que pasa cuanto antes. No será fácil frenar la sangría de ocupados en los próximos meses. Pero la economía debe estar preparada para que cuando termine la sangría comience una recuperaciópn rápida y consistente de la actividad y del empleo. No valen crecimientos del 1%, porque destruyen empleo; no valen crecimientos del 2%, porquer no crean empleo. Hay que ensanchar el crecimiento potencial para que se genere empleo sin desequilibrios. Reformas, reformas y reformas.

Pero para ello, liderazgo político, liderazgo social y liderazgo empresarial. Por todos los medios hay que evitar el conflicto social que se avecina cada mes, que desde septiembre se intuye, que casi todo el mundo sabe, que nadie se atreve a decir y que sólo unos pocos tienen en su mano solventar.

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