La victoria del boxeador noqueado
Las estamos pasando canutas. Nos cuesta vender, todavía más el cobrar y nada podemos esperar de los bancos. Los augures nos pintan un negro futuro que nos atemoriza y desalienta. Muchos nos dan por muertos y pasamos las noches en vela sumando los escasos haberes que atesoramos frente a los muchos debes que nos aprietan. En la oscura vigilia, con los ojos muy abiertos, pensamos que no conseguiremos seguir. Sin embargo -y ahí está la raza- nos levantamos cada día y volvemos a luchar. Contra todo, contra todos. No nos queremos rendir. No sabemos de dónde sacamos las fuerzas ni quién nos anima a mantenernos en la brega. Pero con esfuerzo y sufrimiento logramos superar un día más. Y después otro, y otro.
La situación recuerda a la del boxeador que resiste en pie, tambaleándose, a pesar de la avalancha de golpes que recibe de un adversario aparentemente más poderoso y astuto. Apenas es capaz de reaccionar, sin lograr hacer otra cosa que protegerse como puede de la turbamulta de puñetazos que le castigan y hieren. Parece que con cada nuevo golpe que recibe va a derrumbarse KO sobre la lona. Sin embargo, milagrosamente, logra mantenerse erguido. El piloto automático de su raza le impulsa a no rendirse, a aguantar un poco más.
Lo hemos visto en mil películas. De repente, cuando todo parece perdido, ese boxeador noqueado saca de sus adentros un golpe inesperado que sorprende a su rival. Después otro, y otro, hasta que se produce el milagro de la victoria. El secreto no estuvo en el golpe mágico, la victoria se cuajó en el aguante en los momentos de debilidad. Los campeones se cuajan en la resistencia al dolor.
Pues así están -estamos- muchas empresas en la actualidad. Aguantando el chaparrón como se puede, sin capacidad aparente de respuesta, gastando todas las energías en intentar sobrevivir al día a día, a pesar del desánimo y desaliento de sus responsables. Sin embargo, siguen y siguen. 'No me da tiempo a pensar, ni a buscar nuevas alternativas. Me paso el día intentando cobrar y negociando con los bancos. Esto es horroroso, no sé si lograremos salir', oímos una y otra vez, sin poder dar otra respuesta que la de 'aguanta, que ya pasará el chaparrón'.
Y es cierto. Quien resiste, gana. Como cualquier otro ser vivo, la empresa se resiste a morir. Su instinto de adaptación la hace sobrevivir en circunstancias extraordinariamente adversas e impensables en los tiempos de bonanza. Ruego al lector que haga un sencillo experimento psicológico. Cierre los ojos y sitúese hace año o año y medio. Si le dijeran entonces el panorama de caída de ventas, morosidad y falta de financiación que iba a padecer el día de hoy, ¿qué posibilidad de vida hubiera concedido a su empresa? Probablemente ninguna. Abra ahora los ojos. ¿Qué ve? Pues que, a pesar de las tensiones, de los retrasos en los pagos y los cobros, de los ajustes dolorosos y de algún que otro despido, la empresa sigue en pie. Con mucho sufrimiento acumulado, es cierto, pero viva aún. Un extraño hálito de supervivencia parece que la guía más allá de lo posible, al igual que el boxeador que soportó estoico la ventaja del rival.
Esos gestores atribulados están cumpliendo el papel más importante que puede existir en una empresa, el de sobrevivir a los periodos críticos. La selección natural que permite la evolución de las especies actúa, sobre todo, en las circunstancias adversas. Sólo las que se adapten lograrán sobrevivir. Por eso, no existe nada más urgente ni importante que la mera supervivencia. Tiempos vendrán después para estrategias de expansión y producto. No lo olvide. Es ahora cuando se están cuajando las empresas del futuro. El enorme esfuerzo que desarrolla para lograr mantenerse con vida es, a buen seguro, la acción más rentable y brillante que haya desarrollado en toda su vida empresarial.
Objetivo: sobrevivir. Con rasguños, con heridas, como sea, pero la prioridad es llegar a mañana. Después, a pasado mañana. Nadie sabe lo que nos depara el futuro, pero, con toda seguridad, será de los sobrevivientes. La selección natural de la crisis engendrará empresas más evolucionadas y resistentes. ¿Y cómo las reconocemos hoy? Pues mire bien. Son esas que nos recuerdan a los boxeadores noqueados que se resisten a la derrota.