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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Llegó la hora de la verdad

Barack Obama no se amilana ante la crisis más profunda de los últimos 70 años a pesar de que, sin duda, le requerirá buena parte de sus desvelos en los próximos cuatro como presidente de EE UU. Es lo que se desprende del discurso que pronunció ayer, en la ceremonia de su toma de posesión. Por inmensa que sea la tarea -reconoció que la situación es muy delicada y los desafíos muy reales- el nuevo mandatario recurrió una vez más a su eslogan: 'Podemos hacer todo esto, y lo haremos'.

Las palabras de Obama son un canto a la esperanza y, sobre todo, a la convicción de que no hay problema insalvable. Como muestra, desgranó retos mucho más graves por los que ha atravesado su nación en sus algo más de 200 años de historia. Y tiene razón, pues por profunda que sea, la crisis no va a durar siempre. 'Continuamos siendo la nación más poderosa del mundo. Nuestros trabajadores no son ahora menos productivos que cuando empezó la crisis. Nuestras mentes no son menos creativas, nuestros productos y servicios no se necesitan menos que la semana pasada, el pasado mes o el año pasado. Nuestra capacidad continúa intacta', enfatizó. Pero, eso sí, para poder superarla exigió responsabilidad, una responsabilidad que según el nuevo presidente de EE UU algunos desdeñaron arrastrando a la economía americana -y también la mundial- a una situación desastrosa.

Responsabilidad, trabajo duro y honestidad, una receta clásica, pero imprescindible para crear riqueza. Obama considera que es la mejor salida ante la crisis y pide a sus compatriotas que arrimen el hombro. John Kennedy pidió a los estadounidenses que no preguntasen qué podía hacer el país por ellos, sino lo que ellos podían hacer por su país. El primer presidente negro ya les ha mostrado el camino: el esfuerzo. 'No es para pusilánimes, para los que prefieren el ocio al trabajo o buscan sólo los placeres de la riqueza y la fama', dijo.

Es el mejor de los caminos. Pero ahora es preciso que él y su Gobierno sean los primeros en aplicarse la receta. Es urgente que Obama explote al máximo la esperanza que su elección ha generado en el pueblo estadounidense. Quizá sea una de las mejores bazas en estos momentos para que retorne la confianza de los ciudadanos, y no sólo de EE UU. 'El estado de la economía requiere una acción audaz y rápida', reconoció ayer en su discurso. La larga espera entre las elecciones -el 4 de noviembre- y su toma de posesión de ayer ha mermado la capacidad de maniobra para atajar la crisis. Pero la espera ha terminado y no hay un minuto que perder. La aprobación del nuevo plan de choque -largamente anunciado- por la Cámara de Representantes será una muestra de si estos tres meses han sido un tiempo perdido o, por contra, los hombres del nuevo presidente han hecho bien su trabajo y han allanado el camino al consenso entre demócratas y republicanos. Supondría un mensaje muy positivo dentro y fuera de EE UU, que debería tener una buena acogida por los mercados bursátiles y financieros.

Wall Street, castigado por las turbulencias bancarias, recibió ayer con una fuerte caída al nuevo presidente. Pero Obama prefiere la esperanza al miedo. Es una buena elección. Sin embargo, sus buenos propósitos requieren el complemento de medidas urgentes y acertadas.

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