_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bienvenido, presidente

Hoy toma posesión el nuevo presidente de EE UU, el demócrata Barack Obama. Es un momento histórico al ser la primera persona de color que asume esta responsabilidad en EE UU, con lo que esto representa en un país en que la esclavitud ha sido considerada históricamente como el pecado original en la fundación de la república. Es importante resaltar el valor simbólico de este momento no sólo para EE UU sino para el mundo en general. Tras ocho años de políticas muy controvertidas, hay grandes esperanzas en todo el mundo en el inicio de nueva etapa.

La principal prioridad para Obama será la economía. EE UU afronta un reto económico casi sin precedentes. Los últimos datos son devastadores. El déficit público de este año está proyectado que alcance el 8,3% del PIB (o 1,2 billones de dólares), y esto sin contar el paquete de estímulo fiscal que se está finalizando en estos días y que puede suponer hasta otros dos puntos porcentuales del PIB, lo que llevaría a batir todos los récords de déficit público desde la II Guerra Mundial. Un informe reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso indica que sin un paquete de estímulo la economía podría llegar a contraerse un 2,2% en 2009 y el desempleo podría llegar hasta el 9,2% en 2010. Se estima que la deuda crecerá desde el 36,9% actual al 54,25% del PIB, y que el precio de la vivienda caerá un 14% adicional. De acuerdo con estas estimaciones la economía estadounidense no volvería a su potencial normal de crecimiento hasta 2015 si no se actúa de forma inmediata.

Para hacer frente a este desastroso legado, Obama está poniendo en marcha un plan de reactivación para crear tres millones de puestos de trabajo en los próximos dos años, que incluye tres áreas de actuación. Por un lado, está trabajando en un paquete de estímulos fiscales estimado en unos 775.000 millones de dólares. Estos fondos se destinarían a infraestructuras, proyectos de medio ambiente, educación y salud (275.000 millones), a ayuda a los Estados que están sufriendo serios problemas presupuestarios por la crisis (200.000 millones), y el resto a bajadas de impuestos.

Al mismo tiempo, su equipo está trabajando en un plan que usaría parte de los Fondos de Estabilidad Financiera para rescatar al sector inmobiliario con el fin de limitar la avalancha de desahucios y la caída en picado del valor de las viviendas. Por último, ya están empezando a estudiar las reformas regulatorias e institucionales para reforzar el sistema de supervisión de los mercados financieros que eviten los abusos que han llevado a la crisis actual. De momento se están enfocando en la modernización y consolidación de la legislación y de las agencias reguladoras.

En el terreno internacional los retos no son menores. Además de reconstruir el prestigio de EE UU, que empezará al cumplir su compromiso de sacar a las tropas de Irak, y de hacer frente a todos los retos geoestratégicos que se plantean: desde la crisis de Oriente Medio a las amenazas de proliferación nuclear en Irán, Corea y Pakistán, o la guerra de Afganistán, Obama se enfrenta a la responsabilidad de reconstruir la estructura de gobernanza mundial. Las instituciones tradicionales (Naciones Unidas, Banco Mundial o FMI) datan de la II Guerra Mundial y no reflejan la estructura de poder de inicios del siglo XXI. En aquel momento las potencias victoriosas ostentaban un monopolio del poder político y económico que ya no es real, como se reflejó en la última reunión del Grupo de los 20 del pasado noviembre en la que participaron países como China, Brasil o India, que se han convertido en potencias económicas y no pueden ser ignorados.

La crisis financiera global ha puesto de manifiesto los peligros de un mundo interconectado pero desregularizado y descoordinado, que demanda una nueva estructura de gobernanza global. Obama, que se espera deje atrás la nefasta estrategia de Bush de construir alianzas de seguidores, y que quiere trabajar en los problemas globales a través de las instituciones, tiene ante sí el reto de reformarlas para que puedan afrontar de forma efectiva los retos que el mundo confronta, o de observar cómo se diluyen en la irrelevancia.

Los ojos del mundo están en el nuevo presidente. Woodrow Wilson dijo una vez que 'América es la única nación idealista del mundo… si América vuelve su espalda a la humanidad, la humanidad no tendrá otro lugar al que volverse'. Tras años de oscuridad, EE UU de nuevo brilla en la colina. La llegada de Obama abre las puertas a un futuro más prometedor lleno de esperanza y de promesas. Es importante recordar, sin embargo, que un hombre sólo no puede cambiar el mundo. Por mucho que se le admire y se espere de él, ni Obama ni nadie puede hacerlo solo. Su éxito dependerá del esfuerzo y las contribuciones de todos para ayudarle a hacer realidad sus promesas.

No será fácil cambiar las cosas que queremos y construir aquellas con las que soñamos, pero ya no hay excusas para posponerlo. La 'audacia de la esperanza' se ha convertido en el eje del éxito personal de Obama. Esta audacia le ha llevado a cumplir un sueño que tan sólo haces unos meses parecía una quimera. Al final estará en nuestras manos tener la audacia de forjar nuestros sueños para hacer de la esperanza una realidad.

Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid, y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

Archivado En

_
_