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Secretos de despacho

Funcionalidad en Arag

Rigau dirige la aseguradora en un amplio espacio con vistas al Tribunal de Justicia.

Mariano Rigau visitó el despacho desde el que ahora dirige la aseguradora Arag un día de 1993. Entonces él trabajaba para Sabadell Grupo Asegurador, y mantuvo una reunión con Ignacio Mercadé. '¿Quién me iba a decir a mí ese día que yo acabaría siendo su sucesor?'. Su lugar de trabajo, hoy, es básicamente el mismo que encontró hace 16 años, con la excepción de los cuadros que adornan las paredes. Se trata de un espacio amplio, de unos 40 metros cuadrados, decorado con sobriedad y funcionalidad. 'Hoy no se haría algo tan grande, con la mitad ya habría suficiente, porque al final las reuniones siempre acabas haciéndolas en salas específicas'.

Dice no haber hecho cambios en el despacho 'por una cuestión de filosofía'. 'No puedo arreglar el lugar donde yo trabajo si no arreglo todo lo demás'. La sede de la filial española de la multinacional alemana Arag en Barcelona está ubicada en frente de la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que se divisa desde el enorme ventanal que sustituye a una de las paredes del despacho. 'Hoy no es importante para una aseguradora estar cerca de los juzgados, pero antes era fundamental; sin fax, sin correo electrónico, había que ir con frecuencia'.

Rigau (Barcelona, 1959) dirige Arag desde 2006 después de haber sido el responsable del RACC, y del RACE en Madrid durante tres años. 'Fue una experiencia genial desde el punto de vista formativo, las vimos de todos los colores, conseguimos recortar cuatro millones de euros en costes y no despedimos a nadie'. Esa fue la experiencia profesional, pero al final personalmente se volvió 'insostenible', 'porque la familia continuaba en Barcelona'. Rigau tiene dos hijos. Su jornada laboral empieza a las nueve menos cuarto de la mañana e intenta que no se prolongue más allá de las siete y media. 'Me llevo papeles, pero intento cenar siempre en casa', cuenta.

No hace cambios en su despacho por filosofía, 'no me parece bien arreglarlo y dejar todo lo demás igual'

Los viajes dependen de la temporada. 'Ahora llevo unos cuantos, desde verano he ido a Alemania, a Portugal, a Madrid, a Sevilla, a Córdoba y a Málaga'. 'Normalmente pasó un tercio de mi tiempo viajando'.

Rigau dirige una aseguradora por casualidad. O, por lo menos, no era esa su intención cuando se matriculó en ingeniería de caminos, canales y puertos. 'Mi padre y mi abuelo eran empresarios de la construcción y por eso lo empecé, pero lo encontré muy árido'. Después se licenció en filosofía, 'me lo pasé en grande, conseguí el premio extraordinario de licenciatura', pero no le interesaba la docencia como salida profesional. Fue un consejo de su mujer, que por entonces era su novia, el que le acabó de convencer para cursar un MBA en Esade, pensando que su futuro pasaría por algún departamento de recursos humanos. 'Y otra vez mi mujer me sugirió probar en el mundo de la empresa', explica. Así fue como empezó a trabajar en el Banco de Europa, donde llegó a ser adjunto al consejero delegado, 'un cargo peculiar en el que tenía los encargos más variados y que me permitió aprender un poco de todo'.

Se define como 'cuadrado, perfeccionista y muy ordenado', y lo cierto es que su despacho respira orden. Hay pocos detalles personales entre las cuatro paredes en las que trabaja Rigau. Tiene fotos de sus hijos, pero no a la vista. 'No quiero obligar a nadie a tener que decir lo majos que son'. En una de las estanterías hay un trabajo manual de su hija que reza Have a nice day que tengas un buen día, en inglés. También tiene fotos en las que aparece con el equipo de dirección actual y en una audiencia con el rey Juan Carlos.

La pintura sí merece capítulo aparte en su despacho. Se nota que le apasiona cuando empieza a explicar con detalle cada uno de los cuadros. Intentó pintar, pero reconoce no tener la suficiente técnica para hacerlo con éxito. 'Dios no me ha dado ese talento'. Entre los cuadros figuran dos de Carles Madirolas y uno de Joan Clapera, de un equilibrista, al que asegura tener mucho cariño: 'Me lo regaló mi madre cuando volví a Barcelona después de mi etapa en Madrid. Lo he visto siempre en casa de mis padres'.

Un lapicero multinacional

Es un tarro de mermelada que compró Mariano Rigau en el aeropuerto Fráncfort, recuerdo de la boda de Carlos de Inglaterra y Diana. El consejero delegado de la aseguradora Arag en España lo utiliza para guardar una colección de lápices. 'Los uso, no están de adorno', explica mientras enseña uno que compró en su primer viaje a Nueva York en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU). 'Pero prefiero que me los traigan mis amigos', dice mostrando otro, adquirido en un castillo de Escocia y forrado con la tela con la que se elaboran las típicas faldas.Rigau es un directivo polifacético. Su formación en filosofía le llevó a publicar su tesis sobre Martin Heidegger. Su pasión por la pintura le permite hablar como un experto en la materia. A la vez, por ser hijo y nieto de empresarios constructores, creció familiarizado con el mundo de la empresa.¿Y la crisis? 'El crecimiento del PIB en España ha sido muy frágil porque se ha basado en el consumo, por unos tipos bajos y en la construcción'. En su opinión, ya es hora de que se empiece a pensar en otros motores. 'Hemos perdido cinco o seis años en I+D+i, pero todavía estamos a tiempo de apostar por ello, lo que tenemos que tener claro es que no podemos competir en textil o en mano de obra barata', explica.Arag tiene 401 trabajadores en España, de los que 260 están ubicados en Barcelona.

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