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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las razones del BCE con los tipos

El consejo del BCE redujo ayer los tipos de interés al 2%, la tasa más baja para el precio del dinero en la historia del euro, similar a la que ya mantuvo la autoridad monetaria entre 2003 y 2005. Pero las circunstancias no son las mismas que entonces, y la reacción de los agentes económicos tampoco será la misma, aunque en ambos casos se ha echado mano del miedo a la deflación como uno de los argumentos para poner el dinero al mismo nivel de precio que el umbral de la estabilidad de precios: el 2%.

La invitación para una reducción de los tipos ahora estaba servida. La inflación ha caído hasta el 1,5% en la UEM, y por debajo incluso en las economías más representativas de la zona, y hay expectativas de descensos adicionales en los próximos trimestres que pueden llevar la tasa en términos anuales hasta cero o incluso a valores negativos, como consecuencia tanto de la contracción de los precios del petróleo como del resto de bienes y servicios por la fortísima caída de la demanda en Europa. Esa ha sido la razón más poderosa para la decisión del BCE: evitar que la baja inflación desemboque en una deflación que desencadenaría un peligroso efecto dominó en la actividad, con un enorme coste para ésta, el empleo en Europa y sus niveles de renta y riqueza. El riesgo de pasar de la recesión a la depresión sería evidente.

Jean-Claude Trichet y sus hombres se han encontrado, además, envueltos en un torbellino de caídas de los tipos en todo el mundo que obligaba a seguir la corriente, entre otras cuestiones, para evitar una apreciación excesiva de la divisa europea, con la consiguiente pérdida de pulso competitivo en el mercado de bienes y servicios exterior. EE UU, Reino Unido y Japón han puesto la remuneración de sus divisas en niveles desconocidos para combatir la brutal recesión que se ha acelerado en los últimos trimestres de 2008, y Europa no puede pretender mantenerse como una isla.

La decisión es lógica. ¿Será efectiva? Desde luego las decisiones de política monetaria no surten efectos inmediatos. Pero en las circunstancias actuales, con una crisis financiera global, larga y paralizante, tardarán aún más. De hecho, ¿qué decisiones de inversión o consumo pueden emprender los agentes privados de la economía en Europa por el simple hecho de que el dinero esté al 2% si no lo habían hecho cuando estaba al 2,5% o al 3%? En todo caso, el precio real de la inversión está, por las circunstancias del mercado, notablemente por encima del indicador del BCE, aunque cierto es que millones de hogares con financiación variable verán aliviadas ahora sus hipotecas.

Los inhibidores de la actividad no están en el precio del dinero. Están en la descomunal falta de confianza entre los agentes financieros, que impide que el dinero circule y que extiende el miedo a todas las decisiones de empresas y particulares. Por tanto, para que la política monetaria no sea inocua y el BCE llegue a marzo esgrimiendo razones más sólidas para seguir con su bajada vertical de los tipos, debe volver el flujo de liquidez entre los bancos y, desde ellos, al sistema productivo. Y no será suficiente con mensajes y un grifo ilimitado de dinero como ahora. La confianza sólo volverá cuando sepan que todos están suficientemente capitalizados como para empezar de cero.

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