Ventajas y obligaciones del euro
Hace unos días, un alto cargo de la Comisión Europea elogiaba el comportamiento del euro en un entorno tan complicado como el actual. Una valoración positiva que, en el fondo, no hacía sino subrayar la mayor estabilidad que ha otorgado a los países del área en un contexto de importante iliquidez e incertidumbre de los mercados financieros. En su momento, el objetivo de la creación del euro fue justificado en términos de proporcionar liquidez y confianza a los países que lo adoptaron. En países como España ha explicado en parte el espectacular crecimiento de nuestra economía en este periodo. Pero no ha sido gratuito: la pérdida de autonomía en política monetaria es importante. Aquí podemos incluir también la pérdida de la moneda nacional, la posibilidad de utilizar la moneda para reducir los ajustes necesarios en la economía en situaciones de recesión. En definitiva, incorporarse al euro exigía ciertas contrapartidas por las autoridades que en muchos casos se han obviado. En un momento de crisis, estas carencias suponen un factor de debilidad adicional.
La creación de la moneda única estaba unida a la convergencia de la política monetaria en el área, dando lugar al BCE. La autoridad monetaria europea diseña su política monetaria en términos de un conjunto de países, lo que lleva a un nivel más bajo de los tipos de interés oficiales de los que serían apropiados en países de elevado crecimiento nominal. Este fue el caso de España, favorecida en los últimos 10 años con unas condiciones financieras especialmente favorables. Fuerte demanda doméstica, apoyada en consumo y construcción residencial, ante un importante aumento demográfico, favorable fiscalidad y tipos de interés bajos: un caldo de cultivo para crecer con fuerza. La fácil financiación del déficit de ahorro, elevado consumo pero también una elevada inversión productiva y el dinamismo de la propia construcción residencial, fue factible precisamente por la pertenencia al euro. Es más, hubiera sido complicado en otras circunstancias. Recordad cómo uno de los detonantes de la crisis del SME de los años 1992/1993 fue el déficit por cuenta corriente español equivalente al 3% del PIB. En 2007 se estimó en niveles del 10%. La depreciación de la peseta a principios de los noventa, más del 20% en tipo de cambio efectivo, amortiguó en buena parte el ajuste derivado de la corrección del déficit corriente.
Como dije al principio, la incorporación en el euro obligaba de forma implícita a instrumentalizar medidas estructurales para aumentar la flexibilidad de la economía. Nada es gratuito. Aumentar la productividad, favorecer industrias y servicios de mayor valor añadido, generar más competencia, todo ello en un entorno favorable como el que proporcionaba la integración en el euro. También avanzar de forma decidida en la consolidación de las finanzas públicas, aumentando con fuerza el superávit público estructural (¿no pretendía esto el Pacto de Estabilidad?). Muchos países tomaron medidas en este sentido, pero las discrepancias han sido evidentes.
¡Claro que el euro sigue siendo un buen paraguas! Pero ahora vemos cómo el riesgo país, el diferencial de tipos de la deuda nacional frente a la alemana, se convierte en un indicador de las debilidades comparadas dentro del área. Además, es un indicador del margen existente, relativo, para combatir la recesión utilizando la política fiscal.
Decía el presidente del Eurogrupo que estamos inmersos en un test sobre la cohesión dentro del euro. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación para describir la situación actual.
José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España