Una extraña pareja ha vuelto a Bruselas
La química de las relaciones personales en el seno de la Unión Europea puede ser a un tiempo extraña y maravillosa. Helmut Kohl y François Mitterrand hicieron una extraña pareja que funcionó. La última improbable relación que ha florecido es aquella entre Nicolas Sarkozy, el voluble presidente de Francia, y Gordon Brown, el serio escocés del número 10 de Downing Street. La crisis económica global los ha unido, pero una larga coincidencia de actitudes entre los ingleses y los franceses sostiene la unión. Cuando ambos se encontraron por vez primera en el Ecofin intentaron corregirse mutuamente. A Brown le gustaba sermonear a su colega francés sobre las iniquidades de la PAC en tanto que Sarkozy defendía tozudamente a sus campeones nacionales.
Sin embargo, sus actuales ascensos parecen haberlos suavizado. El encuentro del lunes en Londres sugiere que el asunto se está convirtiendo en algo serio. Londres y París se han comprometido a impulsar grandes paquetes de estímulo fiscal. Berlín es frío, si no escéptico, sobre el valor de ellos, y la química personal entre Sarkozy y Merkel es notoriamente inexistente. Si es notorio que falla el motor franco-alemán, el eje anglo francés goza de buena salud.