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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La vivienda baja con parsimonia

Es conocido que las estadísticas inmobiliarias son variadas y dispares. Valga en su descarga que no miden las cosas de la misma forma ni utilizan las mismas fuentes. Pero la triste realidad es que hoy no sabemos a ciencia cierta si el precio de la vivienda sube o baja. Y mucho menos cuánto. Tinsa, una de las principales tasadoras, calcula que en los últimos doce meses ha descendido un 10% en términos reales, es decir, descontando la inflación. Resulta chocante comparado con la versión del Ministerio de Vivienda, que defiende que en el tercer trimestre seguía subiendo. Eso sí, a un débil 0,4% anual.

Los promotores argumentan que ya han afrontado su parte alícuota de responsabilidad en esta crisis y que los pisos han bajado todo lo que debían. Algunos cifran el desplome en un 30%. Están en su papel, pues tratan de convencer a los posibles compradores -que debe haberlos- de que las gangas ya están en el mercado y es imposible mejorarlas. Pero la creencia popular es que el sector debe purgar las desproporcionadas subidas del boom y los pisos tienen que bajar aún más.

Ambos tienen parte de razón y defienden sus intereses. Por un lado, nadie duda de que los pisos se han rebajado y sólo se han vendido aquellos que han aceptado fuertes recortes. Pero por otro, es evidente que la demanda es escasa y la oferta, con unas 600.000 viviendas con el cartel puesto, muy alta.

Sin embargo, la balanza todavía está descompensada en detrimento de los compradores. La consultora inmobiliaria Knight Frank estima que mientras en España los precios han continuado al alza en el segundo trimestre de este año, han sufrido una fuerte corrección en Alemania, Gran Bretaña, Irlanda o Estados Unidos. No tiene sentido dada la gravedad de la crisis inmobiliaria en España.

El mercado tiene sus leyes y se aplican siempre. Cuando el boom estuvo en su apogeo, el precio aumentó dos dígitos anuales. Ahora la lógica debe aplicarse a la inversa y los precios deberán ajustarse hasta que los compradores estén dispuestos a pagarlos.

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