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El petróleo como metáfora

Nuño Rodrigo

Se denomina contango a esa situación del mercado petrolero en la que el precio del barril aumenta según se alarga el plazo de entrega. Ahora mismo el mercado está en un contango como no se veía desde hace 10 años: el precio para entrega en diciembre es de 44 dólares en el mercado Nymex y el de entrega en diciembre de 2009 es de 62.

Así, comprar un barril de petróleo hoy y guardarlo durante un año ofrece una rentabilidad del 40%. Y, según la agencia Bloomberg, las grandes petroleras están optando por esta vía para ganar dinero. Hasta 16 superpetroleros han sido contratados con la opción de quedarse anclados almacenando petróleo; en lugar de transportarlo, que es para lo que teóricamente han sido construidos. En total, son capaces de almacenar unos 26 millones de barriles, valorados en 1.000 millones de dólares.

El posible recorte de producción que decida la OPEP la próxima semana puede acelerar el contango. Aunque, en realidad, últimamente los pronósticos sobre el precio del barril han apuntado a caídas. Como el que señalaba que podría irse a 25 dólares si China entra en recesión.

De igual modo, la metáfora del petrolero anclado en la costa es atractiva para ilustrar la situación económica en general: nadie se mueve, a la espera de tiempos mejores. Los superpetroleros tienen la ventaja de saber cómo se cotizan las expectativas. El resto del mundo no. Pero las cosas no cambian: los bancos centrales están utilizando con el mercado crediticia las tácticas de bombardeo de saturación, pero ni por ésas las entidades ponen el dinero a trabajar. No son las únicas. La línea de crédito para inversiones del ICO ha quedado sin cubrir. Y la fuerte caída del consumo no es sólo imputable a la durísima alza del paro. El retraimiento del gasto es tanto consecuencia como causa del paro.

Una vez que se recompongan los mercados financieros, el principal problema de las economías sólo se podrá solucionar por la vía de las expectativas. Se pueden bajar tipos, se puede lanzar un plan de infraestructuras, pero no se puede obligar a las empresas a que contraten trabajadores o a los consumidores a que gasten.

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