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Demasiado grave para dejárselo a los políticos

Los profundos recortes de los tipos de interés aprobados esta semana por todo el mundo no son más que la constatación de que la crisis empeora. En el caso de Europa, la rebaja histórica de tres cuartos de punto, hasta el 2,5%, es además un deprimente intento de subsanar el grave error de julio, cuando graciosamente Jean-Claude Trichet y sus consejeros subieron el precio del dinero hasta el 4,25% por temor a que la inflación no se moderase. Lo hicieron cuando el petróleo tocaba máximos, pero también cuando las economías empezaban a manifestar claras señales de desaceleración. Y lo hacían a gritos, empezando por la atonía del consumo y la anemia en la mayoría de los indicadores. ¿Estaba sordo Trichet en julio? Parece ser que no, y eso no deja de ser un problema.

Los Gobiernos de los países desarrollados se han lanzado hace meses a una desenfrenada carrera al rescate de la economía. La gran solución de los estrategas de la salvación es poner sobre la mesa ingentes cantidades de dinero público. En total, desde que comenzó el festín, los Gobiernos han destinado más de ocho billones de euros a reactivar los mercados financieros con avales, garantías, compras de activos y, en fin, la gran nacionalización bancaria en curso. O sea, como si a cada uno de los habitantes del Planeta le diesen un aguinaldo de 1.200 euros, pero dándoselo sólo a unos pocos. ¿Y eso para qué? Pues para que la crisis subprime, que devino en crisis de liquidez, que pasó a crisis financiera y que llegó a crisis económica no resulte en depresión y en el acabose. Por lo pronto, ha llegado a una fuerte recesión que tiene muy mala pinta.

El problema se ha hecho tan grave que hay que considerar seriamente si no será otro enorme error dejar la solución en manos de los políticos. Las grandes cumbres y las refundaciones a la francesa quedan bien para intentar colarse en los anales de la historia, pero el mundo real exige hoy más eficacia. Las acciones y rectificaciones, los planes sumados a otros planes que se añaden a planes anteriores son una estupenda manera de añadir confusión y desconfianza.

Es la hora del capitalismo eficaz. El productivo, el que crea empleo, el que los clásicos llaman renano, el de la investigación y la creación de empleo. El que justamente se opone al especulativo de la ingeniería contable, a aquel que germinó y creció, no lo olvidemos, con las leyes que aprobaron los mismos políticos que ahora dicen que van a arreglar este entuerto.

Juan José Morodo. Subdirector de Cinco Días

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