Trichet arropa a los Gobiernos
Decir que no hubo sorpresas en la bajada de tipos de interés que aprobó ayer el Banco Central Europeo (BCE) para la zona euro es lo más lógico cuando se trata de una institución conducida por el fuerte liderazgo de quien, como Jean-Claude Trichet, gusta de que su itinerario sea sobradamente conocido de antemano. Esa era su obsesión cuando el banco era presidido por Wim Duisenberg, a quien consideraba poco previsible, poco transparente, poco resolutivo. Ayer, la decisión del directorio de la política monetaria, que acogía al comisario de Asuntos Económicos y a la responsable de Finanzas de Francia, se ajustó como un guante a las expectativas generadas por el ambiente y publicitadas por los analistas en la prensa. Pero hubo sorpresas, claro que las hubo.
Recortar el tipo director de la política monetaria 75 puntos básicos supone la mayor bajada del precio del dinero de la historia en la zona euro, para colocarlo en el 2,5%, a medio punto de los mínimos del trienio 2003-2005. La cuantía del recorte da una idea de la gravedad de una situación que se encamina al peligroso triple cero que ha paralizado la actividad en otras áreas monetarias óptimas durante demasiado tiempo. El banco emisor europeo baja los tipos hasta el cero real porque la inflación se encamina al cero y el crecimiento está ya en cero, con riesgo cierto de que la recesión traspase un umbral que le separa de la depresión y desencadene una deflación destructiva que mine más la confianza de los agentes económicos.
Pero la sorpresa es doble si el presidente del BCE acompaña la fuerte inyección monetaria con un apremiante llamamiento para que los Gobiernos pongan en marcha lo antes posible los programas de gasto a los que se han comprometido en Washington y Bruselas. El mayor censor del gasto público desde que arrancó el euro, quien más ha cuestionado en el pasado las desviaciones de los programas presupuestarios por considerar que neutralizaban buena parte de los intentos monetarios por controlar la inflación, se ha hincado de rodillas ante la realidad y ha apurado a los políticos para que pongan celeridad en la expansión fiscal. Lógicamente, sólo tiene explicación tal gesto dialéctico en la evidencia, constatada ayer en sus nuevas previsiones, de que Europa está en recesión y lo estará varios trimestres. Además, Trichet conoce que el mercado interbancario ha desaparecido, y sólo la respiración asistida de sus ventanillas mantiene vivo el flujo bancario de liquidez, lo que es una constatación de que esta vez los estímulos monetarios pueden quedar desiertos por incomparecencia de la banca. La economía europea tardará meses en apreciar los efectos en la actividad tanto de tipos excepcionalmente bajos como de programas fiscales peligrosamente vastos. Las familias y las empresas que tienen líneas de crédito indizadas a la evolución de los tipos encontrarán un alivio inmediato. No obstante, los nuevos proyectos de inversión, sobre todo los corporativos, que movilizan fragmentos apreciables de PIB, siguen a la espera porque la financiación se ha encarecido de forma prohibitiva en la mayoría de los casos. Sólo una resolución expeditiva de la crisis financiera y programas de reformas de los mercados de bienes, servicios y factores sacarán a Europa de su crisis con la premura y solvencia que precisa.