Días extraños después del crac
Nuño Rodrigo
Decía Woody Allen -en una película- que al escuchar a Wagner le entraban ganas de invadir Polonia. En términos bursátiles, se podría decir que al escuchar Wagner, a un banquero central le dan ganas de subir tipos. No así esta vez. El hijo del Bundesbank ultima un recorte de tipos de interés de más de 50 puntos básicos. Y mientras el Secretario del Tesoro de EE UU visita China, el yuan vive la mayor caída desde que abandonó el tipo fijo. El Consejo del Banco de Inglaterra bajó los tipos 150 puntos básicos, pero se planteó hacerlo en más de 200. El seguro de impago (credit default swap) del bono del Tesoro de EE UU, presuntamente el activo más seguro del mundo, enfila los 50 puntos básicos, y la OPEP ultima un recorte de producción.
¿Y la Bolsa? La Bolsa es lo de menos. La severa caída de ayer es tan poco relevante como el subidón de hace justo una semana. Los últimos días de este convulso 2008 son un teatro de la confusión económica y financiera. Como si un gigante caprichoso se dedicase a astillar las creencias y expectativas económicas, al igual que el niño que bloquea los caminos que rodean un hormiguero para despistar a los insectos.
Pero aquí no hay ningún gigante; el despiste viene de dentro. Cuando el polvo del crac financiero y bursátil se asienta, se distinguen las siluetas de las próximas amenazas. Y una de las que se perfila con más claridad es la de la deflación. Si hace tres o cuatro semanas la deflación era un temor más o menos etéreo, las últimas cifras económicas, como la propia caída de los precios o el desplome de los pedidos industriales, apuntan ya a un escenario deflacionista. Y de ahí la reacción de las autoridades de Beijing a Fráncfort.
Cabe esperar que a lo largo de los próximos meses se sigan sucediendo las medidas enfocadas a combatir un escenario de pesadilla: deflación, recesión y credit crunch. Y no se va a reservar munición. En este sentido, cabe esperar lo peor o lo menos malo. En el mejor de los escenarios, la deflación y el credit crunch se mitigan a golpe de chequera y la recesión, severa, permite no obstante hacer pie. En el peor de los casos la parálisis crediticia y la expectativa de precios más bajos desincentivan e imposibilitan la inversión y el consumo. Por eso los alemanes del BCE serán pasado mañana menos alemanes.