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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambios para controlar el IPC

La inflación se ha reducido 12 décimas en sólo un mes, hasta situarse en noviembre en el 2,4%, por debajo de lo vaticinado por los expertos. Muchos son los efectos positivos de esta evolución para la economía nacional. Supone un ahorro para las cuentas públicas, ya que el dato de noviembre se aplica a la revisión de las pensiones. Cada décima de IPC le cuesta al Estado 156 millones de euros -sumando la revisión y la consolidación para el año siguiente-, por lo que la reducción de las 12 décimas supondrá un ahorro de 1.800 millones. Un alivio para el abultado déficit fiscal del año próximo. Pero también beneficiará a las empresas que tengan firmadas cláusulas de revisión salarial. Previsiblemente el IPC acabará el año en torno al 2%, o incluso menos, por lo que no será necesario que éstas se apliquen. Una buena noticia para las cuentas de las empresas. La bajada abaratará, igualmente, la cesta de la compra de muchas familias, que dispondrán de más dinero para gastar.

La rebaja en el precio de los combustibles es la causa principal del descenso. Eso explica que la tasa de inflación haya caído con fuerza también en la UE, hasta una media del 2,1%, casi el objetivo del 2% marcado por el BCE. Esto va a dar más facilidades a Jean-Claude Trichet para aplicar este jueves una reducción de tipos de interés probablemente superior al medio punto que descuentan los expertos. El consiguiente abaratamiento del crédito contribuirá a reducir el recibo de las hipotecas y ayudará a incentivar el consumo y la inversión. Pero, primero, el sistema financiero debe recobrar la normalidad para que los bancos vuelvan a prestar dinero.

Aunque la corrección de la inflación es una excelente noticia, el dato tiene su reverso: trasluce la debilidad que atraviesa la economía. La falta de confianza de las familias y el fuerte aumento del paro han provocado el desplome de las ventas minoristas, que acumulan desde marzo caídas continuadas. Además, muestra la extrema dependencia española de los carburantes. El precio del barril de Brent determina si el IPC español sube o baja, sin que se adopten medidas para romper una dependencia que no puede permitirse una economía desarrollada e internacionalizada. El diferencial de inflación con otros países comunitarios se ha reducido en noviembre a tres décimas, lo que hace ganar competitividad a las empresas españolas. Pero merece reflexión que hace sólo cuatro meses fuera de 13 décimas.

El presidente de Gobierno anunció el jueves la creación de una mesa para negociar reformas estructurales que contribuyan a mejorar la competitividad productiva. La reducción de los costes debe estar entre sus prioridades, pues es preciso desterrar el diferencial crónico de inflación frente a los socios europeos, principales clientes de la economía española. Es primordial incrementar la competencia en mercados de servicios como el energético, las telecomunicaciones o el logístico, reducir las cargas administrativas que encarecen el funcionamiento de las empresas, atajar las rigideces laborales o solventar las deficiencias en infraestructuras, entre otras carencias. Pero igualmente debe bajar el precio de productos que reaccionan a las subidas y no a las bajadas.

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