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La conspiración de Bretton Woods

Fernando Martínez

Keynes es un apellido que evoca inmediatamente bosques de coníferas, idílicas montañas nevadas, ciudades balneario y la expresión 'orden financiero internacional'. Pero a pesar de su gran predicamento entre la comunidad financiera internacional, bastantes de las propuestas de lord John Keynes terminaron cayendo en saco roto. Entre ellas, destaca la cláusula de nación más favorecida, que indicaba que los países que ostentasen un superávit por encima de lo normal debían emprender medidas inmediatas para corregirlo.

En el verano de 1944, la nación más favorecida del mundo no era otra que Estados Unidos, que no estaba nada dispuesta a corregir su superávit. La oposición a la idea de Keynes era tal que los responsables del Tesoro de EE UU y Reino Unido se reunieron en secreto en las horas previas a la firma oficial de los acuerdos de Bretton Woods y allí pactaron hacer caso omiso a la propuesta del economista del siglo XX. Después vinieron el boato y los aplausos en la Gold Room del hotel Mount Washington, un resort situado al pie de las montañas de Nueva Hampshire, en el noreste de EE UU.

Seis décadas después, la economía ha vuelto a dar una muestra de que los viejos vicios no erradicados a tiempo terminan por reaparecer. Hoy, la nación más favorecida queda a varios miles de kilómetros de Bretton Woods... Lo han adivinado, es China. La fábrica del mundo tiene un colosal superávit que ha empleado en financiar masivamente al resto del planeta y de forma muy especial a la desbocada burbuja inmobiliaria estadounidense. China es el mayor comprador extranjero de bonos hipotecarios de EE UU. Aunque más de uno llegase a creerlo en los últimos años, el dinero no nace por generación espontánea. Detrás de cada endeudamiento, hay alguien pagando. Con un 30% de las reservas mundiales en divisas, la barra libre china ha desembocado en una borrachera financiera descomunal. Ahora, a sufrir la resaca.

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