El viernes más negro
Se acerca el viernes negro, y este año promete ser más negro que nunca. Se conoce en Estados Unidos como black friday al viernes después del Día de Acción de Gracias, que se celebra el cuarto jueves de noviembre. Este día marca el comienzo del mayor periodo de consumo del año y se extiende hasta después de las navidades. Durante estas fechas, las cadenas de comercio minorista suelen realizar buena parte de la facturación de todo el año.
Pero este ejercicio se teme lo peor, y no es para menos, porque la situación es de todo menos boyante, y la economía se encamina hacia un periodo recesivo de duración incierta.
El gran problema -o uno de ellos, según están las cosas- es que el consumidor estadounidense es el motor de la economía americana. El consumo minorista aporta al Producto Interior Bruto cerca de dos tercios del total del crecimiento, lo que no es baladí ni mucho menos. Así que si el consumidor americano sufre, sufre con él el conjunto de la economía.
El Black Friday, y en conjunto toda la temporada navideña, va permitir calibrar el alcance de la situación. Por el momento ya sabemos que la confianza del consumidor, indicador de sentimiento clave para la economía americana, se ha situado en sus cotas más bajas de los últimos 28 años. Y ésa es una pésima señal.
Las cadenas comerciales, a la desesperada, están preparando agresivas campañas, apoyadas en fuertes descuentos, regalos y promociones destinadas sobre todo a los clientes con menor poder adquisitivo, aquéllos a los que la bajada del precio de la gasolina sí les supone un alivio en las cuentas familiares, pero no suficiente como para hacer frente una situación de caída de precios de la vivienda, restricción de crédito y aumento del paro.
Malos tiempos para el consumo, cuando lo que impera es el miedo y la contención.