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El escalofriante gráfico del S&P 500

Miguel Rodríguez

El mercado, como hemos visto, puede ser implacable. Sobre todo en momentos de pánico, aquellos en los que los inversores venden de manera masiva, sean los motivos fundamentados o no.

Asistimos en las últimas semanas o meses a un proceso de desapalancamiento global, consistente en la venta intensa de activos, por parte principalmente de los grandes inversores, con el objetivo de ir cerrando sus posiciones deudoras.

Y en esa misma línea, asistimos a un intenso proceso de huida del riesgo por parte de todos los inversores, que comenzó con la venta de los activos menos líquidos, y se ha trasladado ya a mercados más profundos, como es el de valores. Se están vendiendo acciones y se está comprando deuda estatal a muy corto plazo, con el resultado de la depreciación extrema de las Bolsas y la apreciación de las emisiones de más corto plazo, con la consiguiente caída de su rentabilidad.

Da lo mismo, en este escenario de crisis, que las letras rindan por debajo de la inflación; proceso que se agrava en el contexto actual de tipos de interés oficiales a la baja.

Da lo mismo, porque los inversores en estos momentos no buscan rentabilidad en los mercados, sino seguridad. No es momento de ganar dinero, sino de intentar no perderlo.

Produce escalofríos mirar el gráfico de las Bolsas en un periodo largo, unos 10 años. El S&P 500 lucha estos días por mantenerse sobre los mínimos que alcanzó en 2002 y que marcaron el final del ciclo bajista tras el estallido de la burbuja tecnológica y el inicio del último ciclo alcista, a cuya desintegración asistimos.

Y resulta escalofriante, porque lo que refleja la Bolsa americana es una destrucción total de riqueza, como si en los últimos seis años no hubiera habido crecimiento y absolutamente toda la subida de las Bolsas hubiera sido provocada por una burbuja irracional.

Da miedo, porque pone en entredicho la teoría de que la Bolsa, a largo plazo, es el activo más rentable.

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