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Rublos frescos

Sacyr necesita urgentemente una botella de oxígeno financiero. Su descomunal endeudamiento le fuerza a buscar apresuradamente comprador para los únicos activos líquidos que tiene, los que cotizan y tienen precio reconocible. El Gobierno debe abandonar la declaración para disuadir la venta del 20% que Sacyr tiene en Repsol a cualquier energética rusa, sea pública o privada, y simplemente impedirlo. En todo caso: ¿Por qué tanta animadversión al capital ruso privado, tras la simpatía y entusiasmo mostrados por el italiano público en el caso Endesa?

La constructora Sacyr tiene una deuda de más de 18.000 millones de euros, casi diez veces su capitalización bursátil. Las compras de los últimos años, financiadas íntegramente con deuda están pasándole factura, más por la necesidad de reoponer garantías que que hacer frente a los compromisos financieros. El fuerte ajuste de precios en las Bolsas de todo el mundo por la crisis financiera y la recesión, no ha perdonado ni siquiera a las empresas energéticas, que siempre han tenido una prima sobre el resto de los sectores. Así, Repsol ha caído más del 40% en el año, y desde luego muy por debajo del precio pagado en su día por la constructora por el 20% de la petrolera. Por tanto, las operaciones de reposición de garantías se han sucedido hasta el punto de agotar los recursos utilizables como tales, y la constructora está abocada a vender. Repsol o Itínere. O Repsol e Itínete.

Las dos negoaciones están en marcha, y en el caso de la concesionaria de autopistas el acuerdo está cerrado, con precio fijado incluso, tal como contó ya este periódico en sus ediciones tradicional y electrónica. Sólo faltan simples detalles para hacerlo público. En el caso de Repsol la constructora ha admitido públicamente que ha puesto en venta su 20%, como las cajas catalanas han puesto su pequeña participación conjunta (6%). Desde que los gestores de Sacyr han olido rublos frescos, se han agarrado a esa posibilidad, aprovechando que los rusos van ciegos por entrar en Europa occidental, inscluso al precio que sea. Eso sí: tras fracasar en Francia, donde Eiffage bloqueó la entrada de Sacyr y le obligó a vender su participación, y fracasar la salida a Bolsa de Itínere para recomponer la liquidez de la constructora, ahora no está en disposición de forzar el precio. Pero nunca se sabe.

Si el Gobierno quiere impedirlo, que en tal sentido se manifiesta, debe pasar de las palabras a los hechos y dejar claro al vendedor cuál es su posición. En todo caso, es cada vez menos defendible el bloqueo de operaciones por el simple hecho de que el capital no nacional entre en empresas españolas, por muy estratégicas que sean. Pero desde luego tiene menos justificación si hace un año se consideraba aceptable la entrada de capital italiano público para controlar Endesa. Claro, que era para impedir que la controlada el capital alemán privado. Cosas de un Gobierno sin política industrial, ni buena ni mala, y sin política energética, ni buena ni mala.

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