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Columna
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¿Tenemos Latinoamérica a medias con EE UU?

Si alguien me hubiese dicho hace 60 años que el futuro de España y el futuro de EE UU incluiría el hecho de que periodistas y estudiantes españoles llevarían sus proyectos a EE UU para ayudar en el logro del voto para nuestro primer presidente afroamericano Barack Obama, y que éste obtendría una victoria aplastante, habría reaccionado con un gesto de escepticismo'. En estos términos acaba de manifestarse Bárbara Probst Solomon, en vísperas de recibir de manos del Príncipe de Asturias el Premio Francisco Cerecedo de Periodismo en su vigésima quinta edición. Porque Bárbara, en tanto que periodista, se ha pasado más de medio siglo tratando de explicar España a los estadounidenses y EE UU a los españoles, tarea a menudo desalentadora y entorpecida por toda una maleza de clichés, lugares comunes y errores mutuos.

Después del escrutinio de las urnas el pasado día 4 -primer martes después del primer lunes de noviembre, como marca la Constitución americana para la celebración de las elecciones- nos encontramos en esa situación que describe Elías Canetti en su maravilloso libro La provincia del hombre, editado por Taurus y descatalogado hace muchos años, porque en efecto 'no se puede respirar: todo está lleno de victoria'.

Es difícil encontrar un acontecimiento que haya merecido mayor cobertura informativa que el día D pero también en sus preparativos desde las primarias y la posterior campaña electoral de los candidatos. Hay que seguir alimentando la caldera porque el público lector y las audiencias lo exigen.

Se reclaman análisis y opiniones de expertos y personalidades. Bajo esos títulos ha comparecido ayer en el programa Hoy por Hoy de la Cadena SER Antonio Garrigues Walker, que preside uno de los mayores despachos de abogados de nuestro país y también la Fundación Consejo España EE UU. En sus declaraciones se ha mostrado convencido de que la llegada de Obama a la Casa Blanca beneficiará a las relaciones de España con EE UU. Nuestro experto considera que la relación de la anterior Administración con España ha sido todo menos buena. Pero que esa mala amistad entre Bush y Zapatero les convenía a ambos aunque era malo para todos.

Sostiene también Antonio Garrigues que España 'debe tener una relación muy especial con EE UU porque tenemos el continente latinoamericano a medias'. De modo que 'España puede ayudar mucho a EE UU en Latinoamérica y si España y EE UU colaboraran en Latinoamérica podríamos hacer una acción positiva tremenda'.

Llegados aquí convendría añadir algunas consideraciones. Primero, para coincidir en la perspectiva de mejora de relaciones. Sería difícilmente imaginable que la llegada de Obama a la Casa Blanca no beneficiara a las relaciones con España porque la expectativa es que mejoren con todos los países del mundo ya sean aliados o adversarios. La primera tarea del nuevo presidente es sacar a EE UU del pozo de descrédito en que deja sumido a su país George W. Bush.

Cabe objetar que las relaciones de la actual Administración con España hayan sido hayan sido todo menos buenas aunque el trato personal de Bush con Zapatero haya sido inexistente. Durante algún tiempo la oposición ha venido cargando contra el presidente del Gobierno porque tenía cerradas las puertas de la Casa Blanca pero visto el nivel de desprestigio de su actual inquilino ya nadie considera que esa excepción pueda considerarse negativa.

En cuanto a nuestro deber de mantener una relación muy especial con EE UU, todos podemos estar de acuerdo, pero que el objetivo sea que tengamos el continente latinoamericano a medias es harina de otro costal. Primero, porque América Latina se tiene por sí misma y en su seno cuenta con dos grandes potencias emergentes como Brasil y México con ambición para dejar sentir su hegemonía en el área.

Además señalar que nuestra función allí sea la de llevar a cabo una acción conjunta con EE UU parece por completo desenfocada. Aquel continente anda en busca de su propia autonomía y todo lo que interfiera en dirección contraria levantaría una respuesta adversa. En breve, España debe abdicar de gesticulaciones intemperantes, definir con claridad sus intereses y defenderlos dentro del respeto a los principios comunes. Saber dónde es relevante y actuar en consecuencia. Veremos.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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