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La papeleta del nuevo presidente

Miguel Rodríguez

La escena sucedió en febrero de este año, en una tienda de música de San Francisco. El dependiente atendía a los turistas mientras echaba pestes sobre Bush y declaraba su firme intención de votar por el Partido Demócrata. Por entonces hacía tiempo que había comenzado la crisis subprime, pero ni de lejos se intuía una crisis sistémica como la que se desató en septiembre. Todavía entonces los precios de la vivienda en la Ciudad de la Libertad estadounidense resultaban prohibitivos, y los desahucios y el paro no eran asuntos que estuvieran al cabo de la calle.

Obama ha ganado las elecciones con holgura y los demócratas han reforzado su presencia en las dos cámaras legislativas, lo cual es de agradecer, porque permitirá al nuevo presidente reaccionar con mayor prontitud y agresividad para desenredar el entuerto económico en que se encuentra el país, que es la labor principal que tiene por delante y por la que tantos millones de estadounidenses le han votado.

Pero la papeleta de Obama es de órdago. Ya hace meses que Bill Gross, director de Pimco, se preguntaba a quién le gustaría ser presidente en una situación como la actual.

Obama hereda un Estado con déficit récord que podría alcanzar el billón de dólares, y una situación de política monetaria laxa, con los tipos al 1 %, que deja cada vez menor margen de actuación para reactivar la economía desde un punto de vista tanto fiscal como monetario.

No obstante, tiene a su favor otros aspectos: el sistema financiero parece que va recobrando la normalidad después de los ingentes esfuerzos de las autoridades mundiales por evitar nuevas quiebras bancarias, y los mercados de valores cotizan ya una situación de recesión de la que antes o después el país escapará, y que se reflejará en las Bolsas meses antes.

Dicen los estrategas que la principal tarea del nuevo presidente, en estos momentos, es encontrar mecanismos para localizar el suelo del sector inmobiliario, porque sólo entonces se podrán valorar los activos tóxicos de la banca y se reactivará la concesión de crédito.

Parece unánime la opinión de que Estados Unidos saldrá primero de la crisis que otras economías desarrolladas. Y eso también juega a favor de Obama, aunque tendrá de trabajárselo.

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