Ojo con los anti-especuladores
Algunos políticos, con Nicolas Sarkozy a la cabeza, llevan semanas lanzando diatribas contra "el capitalismo especulativo" y defendiendo un regreso a la arcadia del "capitalismo empresarial". No hay nada nuevo en el objetivo de esas proclamas. Cada vez que sube la gasolina, baja la bolsa o aumenta el paro, los políticos populistas (y Sarkozy, para bien o para mal, lo es) buscan explicaciones simplonas para ponerse a salvo de sus electores. Pero esta vez, la crisis es de tal envergadura que la retórica abstracta puede degenerar en una demagogia muy concreta si los políticos pierden el control de sus invectivas.
Y es fácil perderlo cuando se renuncia al sentido de la proporción en los calificativos y la pinza contra los supuestos especuladores se fuerza desde todos los puntos del arco político. En Alemania, hace unos años era el líder socialdemócrata, Franz Müntefering, el que calificaba a ciertos inversores como "langostas"; ahora, el conservador Horst Köhler, presidente de la república alemana, también tacha de "monstruosidad" el funcionamiento de los mercados. Y otro conservador, Jean-Claude Juncker, que acumula los cargos de primer ministro y ministro de economía de Luxemburgo y presidente de la reunión mensual de ministros de Economía de la zona Euro (Eurogrupo), considera "un azote" las pagas actuales de los ejectivos.
Las críticas a los excesos de ciertas estrategias bursátiles probablemente estén justificadas. Pero sorprende cuando llegan de alguien como Köhler, que fue director ejecutivo del FMI, una institución que, cuando menos, contempló impasible el hinchado de la burbuja. O de Juncker, cuyo país basa gran parte de su riqueza en el secreto bancario. Y qué decir de Sarkozy, que nada más ganar las elecciones a la presidencia francesa corrió a celebrarlo en el yate prestado por un magnate. Quizá habría que poner también coto a la especulación política.