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Tribuna
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Tan sólo, miedo al miedo

El ser humano nace con dos miedos solamente. El miedo a caerse y a los ruidos fuertes. El resto son aprendidos. La buena noticia es, por tanto, que de la misma forma que se adquieren, pueden ser controlados. Ante una situación de crisis financiera internacional como la que vivimos desde hace más de un año, algunos especialistas de diferentes ámbitos han generado miedo utilizando formas defectuosas de razonamiento, dejando lagunas que exigen que el público haga suposiciones y lea entre líneas. En la primera parte de esta crisis, hasta la aprobación de la Ley de Estabilidad Económica de Urgencia en Estados Unidos y la nacionalización de la banca estadounidense y parte de la europea, se ha utilizado una falacia conocida como analogía defectuosa, en virtud de la cual se supone que si dos cosas se parecen de alguna forma deben ser similares en todo.

Las entidades financieras españolas se parecen, obviamente, a las de otros países en que se dedican al negocio financiero; sin embargo, la forma de entenderlo y realizarlo no tiene ni ha tenido nada que ver.

Aun así, especialistas profesionales financieros que crean opinión sobre ese sector dejan deliberadamente lagunas abiertas, sin tener en cuenta esas sustanciales diferencias.

Decía Henry Ford que el secreto del éxito reside en estar preparados. En el caso de España, tras un año de intensa crisis, se ha visto que esa preparación existe en todos los frentes, mientras que entidades repartidas por todo el mundo no han podido decir lo mismo. Los que señalan a España ni han sido ni son capaces de ver ni vaticinar lo que ocurre a su alrededor, en su entorno inmediato. La capacidad de generar beneficios de las entidades españolas es la mejor prueba de su solvencia, que se suma a la que se ha constituido en las últimas décadas, que constituye un volumen de recursos propios de un tamaño tal que excede lo establecido por las autoridades financieras mundiales. Es perfectamente contrastable, si se quiere, claro.

A pesar de ello, una nueva falacia ha surgido en esta segunda fase, tras el anuncio del plan estadounidense, conocida técnicamente como la señal defectuosa. Según esta práctica, se da por supuesto que un acto predice a otro fielmente y, así, dicen los especialistas falaces que lo que ha ocurrido en otros países tiene que ocurrir aquí. Quienes fomentan esa distorsión son los que razonan al estilo de: sabemos que hay vida extraterrestre en otros planetas porque nadie puede demostrar que no es así.

Ese es el rasero equivocado que se aplica a nuestras entidades financieras fuera de nuestras fronteras y que aquí pocos parecen querer someter a un elemental análisis crítico. Imaginemos que en una carrera popular los corredores tuvieran que someterse al preceptivo análisis de su salud y los responsables de hacerlo llegaran a la conclusión de que todos los que corren tienen el corazón fuerte. No obstante, durante la prueba, muchos corredores caen fulminados y, al indagar sobre el caso, se descubre que el problema estaba en la falta de hidratación, que unida a las altas temperaturas, provocaron el colapso. Los especialistas alegan que lo que analizaron fue el corazón, pero no los niveles de hidratación.

A partir de entonces, en lugar de rectificar, se decide en cambio certificar que todos los que se dediquen a participar en carreras populares sufren el riesgo de colapso. ¿Absurdo, verdad? Todo seguirá dependiendo de la fortaleza del corazón y del nivel de hidratación, no del hecho de participar en una carrera. Hecha pública la conclusión no sólo será difícil que alguien decida correr, sino que el que lo hiciera estaría sometido a una presión en su contra muy intensa. Elaborado ese prejuicio, todo el mundo pensará que ese corredor tendrá algún problema, por mucho que no sea así.

Algo parecido ocurre con esta crisis, las fuentes de donde brota la información que llega al público persisten en el error, como en el caso del ejemplo, incapaces de distinguir entre circunstancias, capacidades, sentido de la oportunidad y rigor. La saludable actividad de correr se ha vuelto peligrosa porque simplemente han llegado a la conclusión, sin pruebas, de que correr es peligroso, dejando a un lado las condiciones de los que corren. Los mismos que no han sabido ver la situación del mercado siguen dictaminando sobre la salud del mismo, sin haber reconocido error alguno.

¿Alguien que quisiera correr carreras populares volvería a dejarse analizar por un especialista de ese tipo? Seguramente, no. Sería coherente, por tanto, revisar fuentes de información tan defectuosas y buscar aquellas que desde el primer momento han hecho análisis rigurosos de los acontecimientos, aportando soluciones a todo tipo de situaciones. Si a una y otras se les da la misma credibilidad, se perjudica a los mejores y se garantiza la falacia.

Veremos aún otra más, puesto que es una evidencia empírica que aquellos que se empeñan en sesgar las pruebas, por más que existan otras en contra, nunca van a encontrar motivos para cambiar de opinión. Los anglosajones tienen un nombre para ello, difícil para la fonética latina, procrastination, una actitud que consiste en encontrar siempre una excusa, en mantener que siempre es necesario algo más, antes de dar un nuevo paso. Hay que asumirlo, pero señalar su equivocación y su provocación.

Lo importante en este difícil entorno no es la situación, sino cómo se reacciona ante ella y es evidente que las entidades españolas están muy preparadas. Hay que olvidarse del miedo y de quien lo instiga; es aprendido, no es natural y, por ello, controlable, y tener presente que, como afirmaba Goethe, si te trato según lo que pienso que eres capaz de ser, te ayudaré a lograrlo.

Carlos Balado García. Director de Obra Social y Relaciones Institucionales de la CECA

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