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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hacia dónde va la economía

Recordaba en uno de los telúricos días bursátiles de esta semana un atinado experto financiero la frase que manejaban los especialistas ya en el siglo XVII cuando, tras la Guerra de los 30 años, la crisis arrasaba la economía de la Gran Bretaña y la incipiente prosperidad de Europa continental: 'La máquina del orbe está para caer'. Como no encontraban entre sus conocimientos explicación a los acontecimientos terribles que les asaltaban, no quedaba otra que no fuese que se desencajase el orden cósmico y el cielo se precipitase sobre el suelo. Pero ni entonces dejó de funcionar con puntillosa exactitud el orbe, ni dejará de hacerlo ahora. Los episodios dramáticos de las Bolsas de todo el mundo esta semana, la más bajista de la historia en España, tienen explicación, aunque cueste divulgarla y entenderla. No obstante, envían explícitos mensajes sobre hacia dónde va la economía.

Hasta hace un año, el producto generado por las economías del globo crecía a tasas del 6%, con avances razonables en las maduras y de dos dígitos en las emergentes. Pero el excesivo encarecimiento de los inputs, sobre todo las materias primas, y la irrupción de la crisis financiera, con sobrecostes en la financiación y escasez de flujo monetario, han reducido el crecimiento global de tal manera que para 2009 es acertado hablar ya de estancamiento. La contracción puede ser mayor incluso, y convertirse en recesión severa, si la crisis de confianza que tiene paralizado el mercado del dinero se prolonga en exceso. Ese temor, y no otra cosa, es lo que las Bolsas de todo el mundo tienen metido en el cuerpo, tras ver en las últimas semanas cómo ni los esfuerzos conjuntos de los Gobiernos de todo el planeta aliviaban las tensiones.

La desconfianza entre los bancos ha estado a punto de trasladarse a los depositantes en todo el mundo, pero ha sido neutralizada con garantías sobre los ahorros. Sin embargo, sí está estrangulando el movimiento de efectivo hacia las empresas. Una economía no puede sobrevivir sin sistema bancario y sin dinero; es como el corazón y la sangre para el cuerpo humano. Y si no queremos que la crisis se agudice aún más, los Gobiernos deberán presionar a la banca para que desbloquee la esclerosis financiera por el método que sea.

Si los planes puestos en marcha en casi todas las zonas económicas logran recomponer la situación, será pasados varios meses, en los que habrá que contar quiebras de aquellas entidades que hasta ahora han ocultado la verdadera valoración de su balance. Pero la cantidad de dinero público puesto en el mercado generará tal coste para las economías, que la recesión será inevitable. Incluso las bajadas del precio del dinero parecen artificiosas si las emisiones de bonos públicos presionan al alza buscando los recursos en el mercado.

Las Bolsas descuentan escenarios de tierra quemada. Pero los activos industriales y financieros sanos de las empresas no se han evaporado. Tras una etapa de saneamiento de los excesos, que ajustará las valoraciones a las expectativas de beneficios de las compañías, volverá lentamente el optimismo. Tras unos meses viendo cómo la tierra tiembla bajo nuestros pies, comprobaremos que la máquina del orbe sigue funcionando como un preciso y asombroso reloj suizo.

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