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Qué debe recoger el acuerdo europeo para afrontar la crisis financiera

Carece de justificación el alarmismo generado en los círculos políticos y periodísticos por la falta de un acuerdo completo europeo para salvar a los bancos que estén en dificultades financieras. Está bien pacatr los macanismos de actuación para que sean iguales en cada país: pero que cada país pague los problemas que tenga con su sistema financiero. Un fondo común de 300.000 millones coistaría a España más de 30.000 millones cuando asegura tener un sistema bancario sólido que no precisará de ayuda.

El fondo que proponía Francia y respaldaba Holanda de 300.000 millones ds euros, a costear de manera proporcional por todos los países de la zona euro para salvar a los bancos con problemas y sacar de sus balancez los activos tóxicos que tuviesen, sería una buena solución comunitaria. Pero el rechazo de Alemania, que prefiere que cada país costee su crisis para no convertirse una vez más en el soporte financiero de toda la Unión, puede venir bien a España. Si resulta, que parece resultar, que el sistema financiero español es el mejor gestionado y supervisado del mundo y esquiva los problemas que están llevándose por delanre a glamurosos bancos en todo el planeta, la crisis financiera nos saldrá gratis a los contribuyentes españoles.

Pero si respaldamos el plan que proponía el hiperactivo presidente francés, nos costaría al menos el 10% de su montante, que podría llegar al 30.000 millones de euros. Y no están las cuentas públicas de los españoles para soportar ahora un gasto adicional de 30.000 millones de euros. Que estamos en déficit, qué el superavit nos ha durado dos telediarios.

Los líderes de la Unión dseben ponerse de acuerdo, pero sólo en los mecanismos que cada cual debe utilizar para superar esta crisis financiera. Deben pactarse criterios similares de garantías sobre los depositos, para evitar la competencia desleal entre países o entre instituciones financieras, poprque provocaría un trasvase de fondos de unos países a otros. Debe pactarse que no se dejará quebrar a nungún banco, como parece que se hará. Y desde luego debe buscarse una metodología común para en el futuro inmediato supervisar la actividad bancaria, para que las ligerezas en la gestión que han cometido algunos banqueros no vuelvan a repetirse.

Por último: sea de forma conjunta o separada pero concertada, las iniciativas gubernamentales deben comprar los activos dañados a los bancos. En caso contrario, seguirán en sus balances y la desconfianza del resto les impedirá reactivar el movimiento de la liquidez. Pero ese paso, que los norteamericanos han detectado rápido, en Europa llegará más tarde y seguramente a más coste.

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