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Debate abierto. 30 años de economía en democracia
Tribuna
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Inversores y mercados globales

Este año se celebra el vigésimo aniversario de la Ley del Mercado de Valores y de la creación de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). La transformación y desarrollo que nuestros mercados han experimentado en estas décadas se explica en gran parte por los avances tecnológicos y por la innovación y la globalización financieras. En el balance de este periodo también puede afirmarse que la reforma que introdujo la Ley y la actuación catalizadora de la CNMV han contribuido a su consecución.

El sistema financiero es hoy más complejo y está mucho más interrelacionado tanto a nivel sectorial (banca, seguros y valores) como geográficamente y con la economía real. Resulta, por tanto, más complicado identificar, localizar y gestionar sus riesgos. La crisis internacional que le afecta ha permitido percibir con toda nitidez la realidad y efectos prácticos del fenómeno de la globalización, a la vez que ha acelerado el proceso de adopción de algunas medidas de mejora, como la adaptación de la supervisión a la nueva realidad, integrada y global, del sistema financiero, para mejorar su eficiencia y efectividad.

En estos años también se ha producido una importante afluencia de minoristas a los mercados financieros que, a su vez, ofrecen una gama más amplia de productos y servicios financieros a los consumidores.

Esta proliferación de productos financieros, cada vez más complejos, no siempre responde a la adaptación de la oferta a las necesidades del público. En los últimos años se han popularizado un gran número de nuevos productos financieros cuya creación responde más a la búsqueda de nuevas fórmulas para la gestión y control de riesgos por parte de las entidades que a satisfacer las necesidades de sus destinatarios finales, los consumidores financieros.

Además, para muchos ciudadanos resulta difícil evaluar los riesgos y rendimientos de productos tan complejos, evaluación que sólo puede hacerse a partir de la información que se les proporciona.

La información es, en efecto, condición necesaria para que los inversores puedan tomar decisiones fundadas de inversión, pero no es suficiente. Es preciso además mejorar su calidad y condiciones de accesibilidad y, lo que es más importante, convertirla en conocimiento, mediante la instrucción y formación adecuadas de sus destinatarios finales.

Para ello es preciso facilitar a los inversores minoristas documentos que recojan los datos verdaderamente relevantes, sobre todo riesgos y costes, en un formato reducido y en un lenguaje claro y sencillo, a la vez que riguroso, que permita su comprensión por sus destinatarios finales. La mejora en los procesos de valoración de activos, en la fiabilidad de la información que los emisores ponen a disposición del público, en la calidad del trabajo de analistas financieros y agencias de rating, que juegan un papel fundamental en el proceso de transformación de la información y toma de decisiones, son también algunas medidas que mejorarán la transparencia de los mercados.

La existencia de diferentes tipos de regulación y requisitos de información entre productos comparables y sustitutivos desde el punto de vista de las necesidades de los consumidores a los que se ofrecen, conlleva diferentes grados de protección y arbitrajes sectoriales (banca, seguros y valores) que también requieren acciones normativas encaminadas a garantizar que los requisitos de información sean coherentes, tanto en el punto de venta como de forma permanente.

Pero no se trata sólo de imponer obligaciones a los intermediarios. El nuevo contexto exige del inversor mayores conocimientos y un papel mucho más activo en la toma de decisiones de inversión.

Para que la innovación financiera sea verdaderamente efectiva y útil para la sociedad en su conjunto debe tener en cuenta las necesidades de los consumidores. Por ello, cuanto mejor formados estén los demandantes de productos y servicios financieros, mejor calidad tendrá la oferta y mejor se adaptará a sus circunstancias, necesidades y expectativas.

La educación financiera, como complemento de la regulación y supervisión prudencial y de conductas, se ha convertido así en uno de los desafíos más importantes para las autoridades económicas y financieras. El objetivo no es que los ciudadanos se conviertan en expertos financieros, sino que cuenten con unos conocimientos y habilidades que les permitan desenvolverse con confianza en un mercado financiero cada vez más complejo a la vez que influyente en su vida cotidiana.

María José Gómez Yubero. Directora de Inversores de la CNMV

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