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Qué presupuesto más pacato…

Cuando se tiene cierta edad se tiene la ventaja de que se han visto muchas cosas. Y pocos han sido los Presupuestos del Estado que se han ajustado a lo previsto en los últimos 20 años. En los primeros ejercicios de la democracia y hasta bien entrada la década de los noventa, las desviaciones de los gastos eran endémicas, porque los políticos consideraban, ¡qué criterio!, que gobernar era gastar. Y a partir de 1994, con Solbes precisamente de responsable de la hacienda pública, se aplicaba el principio de que gobernar era administrar bien, y el celo por el rigor comenzó a permeabilizar la costra manirrota de los gestores tributarios.

Las cuentas de 2008 está claro que no se cumplen en los ingresos, por la fuerte caída en la recaudación tributaria generada por la crisis. En los gastos se ajustarán un poco más porque el techo de gasto es sagrado; pero la asignación final del empleo de los recursos será más voluble de lo normal. En 2009 el propio Solbes admite que pueden haber desviaciones, porque las previsiones económicas son cambiantes. De hecho, desde el minuto uno se da por bueno que el crecimiento de la economía del 1% real no se cumplirá, sino que estará muy por debajo. En tal caso, el déficit de 1,5% parece un voluntarismo. España necesita crecer un 3% para tener equilibrio presupuestario con la estructura de ingresos y pagos que tiene ahora. Por tanto, con crecimiento cero, que es una previsión creíble para 2009, el déficit fiscal del Estado bien pudiera ir al menos al 3%, el límite máximo permitido por Bruselas, y parece que permitido por Solbes. El mejor ejemplo de lo que puede pasar con un crecimiento de crucero inferior al 1% ya lo hemos visto en el desempeño de las finanzas públicas en los últimos doce meses: de un superávit de 11.800 millones a un déficit de 15.000; un desequilibrio de casi 27.000 millones por el camino. Casi nada.

El ministro es el mismo que en 1994. El mejor administrador de una caja de caudales que se puedan ustedes imaginar. Si hay que hacer un recorte de gastos para afinar en el déficit del 3%, se hace. Y lo que es peor: si hay que subir los impuestos para equilibrar las cuentas, se hace. Aunque el lo niegue. Al tiempo.

Solbes ha vuelto a evidenciar lo que todos sospechamos: su peso político en el Gobierno no se corresponde con su cargo de vicepresidente. Ha querido hacer unas cuentas austeras, en las que él cree como mejor instrumento para contribuir a la recuperación. Rigor fiscal para financiar al Estado con solvencia y trasladarla al mercado que financia al sector privado. Pero mientras con la mano derecha ajustada los gastos y exprimía los ingresos, con la izquierda, el susurro del Presidente Zapatero le engordaba el gasto por imperativo electoral. Sino, a cuento de qué vienen otra vez los 6.000 millones de euros de gasto para irrigar con 400 euros a cada uno de los contribuyentes.

En definitiva: ni austero ni keynesiano. Las dos apuestas, de ejecutarlas con valentía, son válidas, aunque una más que la otra. Pero por una cosa o por otra, las dos opciones se quedan a medias. Para otro año.

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