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Tribuna
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Economía y política

Las cuentas contribuyen a combatir la crisis sin olvidar las políticas sociales, resalta el autor

El ciclo alcista que la economía española ha vivido de 1994 a 2008 ha llegado a su fin. Se ha cerrado un periodo y abierto otro en el que viviremos momentos difíciles, ya que creceremos menos, tendremos menos empleo y en el que el bienestar que hemos alcanzado dejará de aumentar con el dinamismo que lo ha venido haciendo hasta ahora.

El que esto ocurra así no impide que podamos decir que seguimos siendo una sociedad que, en poco tiempo, ha pasado de ser subdesarrollada a desarrollada; de estar en la periferia del mundo a estar en Europa. En la que hemos resuelto los problemas de nuestra convivencia, hasta el punto de que los excesos que algunos han querido producir han sido sometidos a una cura de razón.

Somos una sociedad avanzada en la que, como en otras de la UE, las dificultades han dejado de ser de convivencia para pasar a ser materiales. Pero también en este ámbito se ha hecho un recorrido útil y destacado. El sistema productivo es hoy más sólido, flexible y está más saneado que en crisis anteriores, por lo que su fortaleza y su capacidad operativa son superiores a las de antes.

Estos dos grandes activos de la España actual constituyen un referente que nadie debería olvidar, mucho menos en un momento en el que la atención de los ciudadanos está centrada en cuestiones que, hasta hace algún tiempo, les resultaban algo distantes. De hecho, son cada vez más los españoles que están pendientes de la marcha de la economía, de la evolución del volumen de la ocupación o del aumento de los precios. Para muchos de ellos, una política correcta es aquella que se encamina a mejorar, lo más rápida y segura posible, la renta disponible de las familias; la que favorece el que cuanto antes, de manera firme y sostenida, en muchos sectores se recupere la senda del crecimiento. Y la que, al menos como comportamiento cívico, adopte una serie de medidas que preserven el lazo social entre los españoles, para que aquellos que tienen menos posibilidades no lleguen a ser de nuevo víctimas de la rueda de la historia.

Por eso, han fijado su punto de vista en los Presupuestos para el próximo año. De ellos, esperan que sean austeros y solidarios, que encajen muchas políticas públicas, que, aunque moderen la velocidad de crucero que hemos venido alcanzando, sirvan para mantener lo hecho sin vernos obligados a retroceder. Pues bien, cuando se ha producido la presentación de los mismos, podemos decir que así son.

Junto a esta garantía, es preciso señalar algunos temas más. Desde 2004 hemos defendido una estrategia de política económica con la que buscamos el despegue de sectores productivos poseedores de una más alta capacidad de penetración en los mercados internacionales, lo que exige de manera imprescindible elevar la productividad. En el gasto en infraestructura de comunicaciones continuará realizándose un esfuerzo inversor que ayudará a que la competitividad de la economía se eleve.

Aumentar la productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo (Krugman), supone una modificación cualitativa que ha de apoyarse en bases tan sólidas como el diálogo con los agentes sociales y en la consecución de un mayor grado de igualdad.

Estos Presupuestos perseveran en una orientación, la que manifiesta que es preciso encontrar salidas con las que podamos empezar a superar las dificultades que la brusca y generalizada reducción del crecimiento ha ocasionado. Por eso marcan una estela, en esa dirección, que implica que no deberíamos distraernos, tratando de sostener otros enfoques. Acercándose a su contenido, priorizan las políticas sociales -hecho muy destacado por su compromiso político en unas circunstancias como las que viven hoy las economías avanzadas- a la vez que emiten una señal de normalidad política. Dos razones para defenderlos.

Francisco Fernández Marugán. Portavoz socialista de Presupuestos

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