Desconfianza en el futuro
Pocas veces me ha parecido tan inspirado el señor Rajoy como cuando preguntó en el Congreso al presidente del Gobierno para qué había ido.
Si verdaderamente lo que pretendía Rodríguez Zapatero al pedir su comparecencia en el Congreso era dar más confianza a los ciudadanos sobre el futuro de nuestra economía a pesar de la clara tendencia al empeoramiento, que el mismo presidente anunció, la estrategia de su discurso no fue la más acertada y para muchos tuvo el efecto contrario.
En su misma intervención se contradijo una vez más, de las muchas a que nos tiene acostumbrados, al decir que no traía nuevas medidas y, sin embargo, anunció dos: la de crear una nueva línea de financiación del ICO con 3.000 millones para ampliar el plazo de los créditos de inmobiliarias que se comprometan a poner en alquiler los pisos que no puedan vender, evitando así suspensiones de pago, y la de autorizar e incentivar con ventajas fiscales la creación de empresas que coticen en Bolsa y se dediquen a la inversión en activos inmobiliarios de alquiler (un tipo nuevo de fondos de inversión, conocido en el extranjero como Real Estate Investment Trust y que ha tenido buenos resultados en otros países), medidas que fueron muy bien recibidas por los grandes promotores.
Pero la primera de estas medidas contradecía, además, lo que había dicho tres días antes el señor Rodríguez Zapatero en su mitin de Rodiezmo al afirmar que sus medidas anticrisis serían para ayudar a los ciudadanos y no a las empresas. Las dudas sobre la fiabilidad de las promesas de los responsables de la marcha de la economía difícilmente ayudarán a confiar en que nuestro futuro económico está en buenas manos.
Por otra parte, no se entiende fácilmente que si lo que pretendía era crear confianza en que nuestra economía superará su mala racha coyuntural no aclarara por primera vez, si es que esto fuera posible y en contra de lo que algunos creen el presidente conoce todas las medidas que se han ido anunciando desde abril, constituyen en su conjunto un programa coherente y operativo, en el que se distinguen las medidas que ya han sido aprobadas y están vigentes, aunque no sean demasiadas, de las numerosas propuestas que siguen siendo tales y por eso permiten ser repetidas, como está ocurriendo frecuentemente en diversas actuaciones de los representantes del Gobierno.
Para creer que la recuperación será rápida no basta recordar que nuestro punto de partida era mejor que el de otros países por nuestra mejor tasa de crecimiento, el ritmo en la creación de empleo y en la inversión y, sobre todo, el superávit presupuestario, pues en estos meses no se ha demostrado esa ventaja y, por tanto, la confianza se tendría que basar en el acierto de la política económica que se practique.
De acuerdo en que no se necesitaba improvisar nuevas medidas para dar confianza y las dos medidas anunciadas, que no se habrán improvisado, pueden ser muy importantes para ello, pero, al recordar las medidas ya vigentes, el presidente habría tenido la oportunidad de demostrar la falta de consistencia de la oposición cuando repite hasta la saciedad que el Gobierno no sabe cómo enfrentarse a la crisis, aunque dé la casualidad de que varias de las medidas que propone el señor Rajoy han sido propuestas también y aprobadas por el Gobierno.
En el debate tampoco estuvo muy acertada la estrategia de la oposición. Todos desearíamos que en lugar de agarrarse a generalidades inconsistentes, entrara a demostrar concretamente por qué son ineficaces algunas de las medidas tomadas y cuáles deberían ser sustituidas por las de su programa.
Lamentablemente ni el Gobierno ha explicado la razón de ser de las diferentes medidas que ha venido tomando desde el que se puede considerar verdaderamente como plan anticrisis (Decreto-Ley 2/2008, de 21 de abril, de 'medidas de impulso a la actividad económica' ), ni la oposición recurre a argumentos convincentes para demostrar su ineficacia. Con un panorama así difícilmente habrá podido conseguir el señor Rodríguez Zapatero que los españoles miremos con confianza hacia el futuro que nos deparará nuestra economía, por lo que estaría más que justificada la pregunta de 'a qué ha venido'.
Eugenio M. Recio. Profesor honorario de Esade