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A fondo

Un solo patrón y un solo modelo patronal

La CEOE liquidó ayer el interregno bicefálico en el que se ha desenvuelto tras la salida no resuelta de la forma más ejemplar de José María Cuevas. El presidente designado hace un año decidió soltar el lastre heredado, personificado en el secretario general, entregar el control de la organización a profesionales de su confianza directa, y, con las modificaciones estatutarias precisas, someterse al juicio del sufragio del empresariado para borrar cuantas dudas de legitimidad pudieran existir. Desde ahora la institución tendrá nuevo patrón y modelo de relación con el entorno económico.

La oposición interna personificada por Juan Jiménez Aguilar, pero respaldada por la confederación de pequeñas y medianas empresas, por los propietarios agrarios y por alguna confederación territorial como la andaluza, había llevado el gobierno diario de la institución a la incomodidad permanente, de la que trascendía, por primera vez en 30 años de vida, la continua y poco fundamentada discrepancia, más amparada en cuestiones formales que en cuestiones de fondo. Y ese no es el estilo de CEOE: en su acervo político, en el que no destaca precisamente la democracia interna, siempre ha destilado unidad y ha guardado las formas. Sólo el intento, en 1984, de introducir una cuña política por parte del Partido Liberal de José Antonio Segurado generó choque público, del que se curó para muchos años la CEOE.

Las acusaciones internas de que Díaz Ferrán quiere convertir a la patronal en un sindicato de grupos de presión, en el que los intereses particulares de empresas concretas pudieran estar por encima de los genéricos del empresariado, no tienen fundamento categórico. Pero el nuevo presidente de la CEOE, incluso antes de someterse al escrutinio de la asamblea electoral, debe explicar con todo detalle qué modelo tiene en la cabeza para la confederación. Debe convencer a las pequeñas patronales, que a fin de cuentas agrupan al 90% del tejido productivo y que son propensas a la desafección corporativa si sus líderes hablan de cosas celestiales que no entienden, para que su proyecto sea respaldado y la profesionalidad de la CEOE fortalecida.

La iniciativa de Díaz Ferrán, por lo poco que se conoce, y de la que han contado más sus detractores que sus entusiastas, es un paso inevitable para sacar a la patronal de la rutina postvertical, y convertirse en un ente útil para las empresas allí donde más problemas de relación tienen (gobiernos extranjeros, bancos, reguladores, etc.). La CEOE precisa más fortaleza financiera para dejar de depender del clientelismo político regional o incluso local, cada vez más extendido al abrigo de las fuerzas centrífugas del nacionalismo. Pero sus tradicionales cometidos no deben correr la suerte de sus gestores tradicionales.

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