'E Pur', hay crisis
Ante el debate sobre si España padece una crisis, el autor resalta la crudeza que está adquiriendo la situación económica y critica la inacción del Gobierno, que ha aprobado medidas que, en su opinión, no pueden ser consideradas como anticrisis
Fue Galileo quien manifestó ante el Tribunal que le juzgaba que, al margen de todas las consideraciones que realizasen sus acusadores, la Tierra se movía girando sobre sí misma. Mutantis mutandis, el pasado mes ha evidenciado definitivamente -si es que restaba alguien por reconocer la evidencia- que, en contra de todas las manifestaciones realizadas alternativamente por Zapatero y Solbes durante todo un año, la crisis económica es una realidad incontestable.
No es ya que el responsable de la Reserva Federal haya avisado que se trata de la peor crisis de los últimos tiempos y que, con ello, haya coincidido con todos los analistas e institutos de estudios que en nuestro país así lo vienen manifestando. Es que los datos económicos que se han conocido en agosto han puesto al descubierto la crudeza de la situación. Así, por citar solo tres ejemplos de entre los múltiples posibles, España ha tenido el peor dato de inflación interanual de los últimos dieciséis años -superando el 5,3% en julio-, el peor dato de crecimiento de los últimos doce -0,1% en el segundo trimestre-, y el peor dato de inversión desde 1996 -descenso del 0,2% en el mismo periodo-. Convengamos que para una crisis que no era, el balance no puede ser más desolador.
Lo cierto es que el motivo que ha llevado a Zapatero y a Solbes a negar la crisis durante doce meses -fuera por una apreciación errónea de los indicadores o fuese por táctica electoral-, no es en este momento lo más relevante en clave económica -otra cosa es la política-. Por el contrario, la relevancia para la economía está, de una parte en haber perdido doce meses para empezar a reaccionar -no podían adoptarse medidas contra una crisis que no existía- y de otra que al llegar la reacción, ésta resulta claramente insuficiente en su intensidad y manifiestamente inadecuada en su contenido.
Convengamos que para una crisis que no era, el balance no puede ser más desolador
Así, es positiva la celebración de un consejo de ministros extraordinario durante el mes de vacaciones -14 de agosto-. También lo es que Zapatero presidiera la reunión previa de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos. Pero no lo es tanto que ambos hechos parezcan enmarcarse en la política de gestos de un Gobierno que en vez de plantarle cara de modo decidido a la crisis de nuestra economía, parece exclusivamente empeñado en ganar la batalla de la imagen y del marketing ante la opinión pública. En ese sentido, el alarde numérico sobre las medidas ya adoptadas -54- y las que se han adoptado ahora -24- encaja más en un intento de trasladar a la sociedad la imagen de un Gobierno que actúa ante la crisis, que en una auténtica actuación anticrisis. En el sentido expuesto, el análisis del conjunto de las medidas adoptadas revela que, en relación a la dimensión y a las expectativas de futuro de la crisis, lo acordado por el Gobierno no es más que un vaso de agua con sifón. En efecto, no es de recibo que se nos quiera vender como medida anticrisis la agilización -bienvenida sea- de varios trámites administrativos o la intensificación del uso de medios tecnológicos en los mismos. No tiene un pase que se nos quiera presentar como medida anticrisis la mera transposición -por otra parte obligatoria- de una directiva europea sobre servicios. No es admisible que se nos quiera ofrecer como medida anticrisis la futura modificación -ya era hora- en el régimen legal de los arrendamientos. O no tiene justificación que se nos quiera exhibir como medida anticrisis el enésimo anuncio de la supresión -bienvenidos al club- del Impuesto sobre el Patrimonio.
Los empresarios -por medio de un directivo de la CEOE-, conscientes de la dureza con la que la crisis golpea a sus empresas y, consecuentemente, a la economía española, han calificado como insuficiente el paquete de medidas aprobado por el Gobierno y han reclamado la adopción urgente de medidas liberalizadoras, de instrumentos de impulso a la competitividad y de reformas de carácter fiscal.
En realidad, lo que subyace en el fondo es la peculiar posición de Solbes. En parte atrapado por el sudoku de la financiación autonómica desatado por su Gobierno, y en parte vencido por la melancolía que le ocasiona no disponer ya de los instrumentos típicos de la política monetaria -tipo de cambio, tipo de interés-, sigue sumido en una peligrosa, inexplicable e injustificable inacción. Su imagen se parece cada vez más a la del boxeador sonado que plantado en el centro del cuadrilátero, no cesa de recibir sucesivos golpes -en su caso, datos e indicadores económicos adversos- sin saber como hacer frente al vendaval. Lo malo para la sociedad española es que los golpes -sin respuesta- recibidos por Solbes están dañando progresivamente la salud de nuestra economía.
Ignacio Ruiz-Jarabo. Ex presidente de SEPI y presidente de EDG-Escuela de Negocios