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Tribuna
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Obanomics

Dada la intensidad de la crisis en EE UU, las políticas económicas de los candidatos presidenciales están siendo objeto de gran escrutinio. Entre los retos económicos más importantes que afrontará el ganador estará no solo esta crisis, sino también el aumento de las desigualdades, la crisis potencial del Sistema de Seguridad Social una vez que la generación de los baby boomers se retiren (en el 2011 empezarán a llegar a la edad de jubilación), y el conseguir acceso a cobertura médica para millones de ciudadanos que en la actualidad no tienen ningún tipo de seguro.

El candidato del Partido Demócrata, Barak Obama, acaba de aceptar la nominación del partido y su gran reto en los dos meses que quedan hasta las elecciones va a ser convencer al pueblo norteamericano de que tiene un plan económico creíble. Su capacidad de convocatoria y de dar grandes discursos y conectar con la gente desde el púlpito está fuera de toda duda (había más de 80.000 personas en el estadio donde dio su discurso durante la Convención), pero sin embargo hay preocupación entre las filas demócratas sobre su capacidad de conectar con el americano medio, y en particular con los trabajadores de clase media baja. Esta es una de las razones por la que las encuestas le siguen dando un margen pequeño de ventaja sobre el republicano McCain, lo cual es muy sorprendente dada la crisis económica (un 80% de los americanos estiman que la economía está en mala situación y un 70% considera que va a empeorar), la guerra de Irak, y la impopularidad del presidente Bush.

Su gran problema es que a diferencia de los republicanos que tienen un mensaje claro de 'menos impuestos y menos Gobierno', los demócratas no han sido capaces en las dos últimas décadas de articular un programa económico de una forma tan clara y concisa, y han dejado un flanco abierto a los republicanos que han podido acusarles de ser el partido del gasto y de las subidas de impuestos. Sorprendentemente pese al aumento del gasto y los déficits de los últimos años bajo Gobiernos republicanos, y pese al gran éxito de económico del demócrata Bill Clinton, este mensaje sigue calando entre los votantes.

Obama es más progresista en las desigualdades y el medio ambiente y cree que el mercado no es la solución idónea a todos los problemas

Tal y como ha descrito David Leonhardt del NYT, en las dos últimas décadas ha habido dos corrientes enfrentadas dentro del Partido Demócrata que se articularon durante el primer Gobierno de Clinton. Por un lado estaba el grupo liderado por el que fue secretario de Finanzas de Clinton, Bob Rubin, y su segundo Lawrence Summers, que defendían la necesidad de reducir el déficit como mecanismo para conseguir la reducción de los intereses y para satisfacer a Wall Street, y así fomentar el crecimiento (lo que se denominó el Rubinomics). Por el otro estaba el sector liderado por Robert Reich, secretario del Trabajo de Clinton, que apoyaba el aumento del gasto en proyectos de infraestructura y educación como mecanismo para estimular la economía y ayudar a las clases medias. Las posiciones de Rubin triunfaron y hoy todos reconocen que esta política fue un gran éxito ya que impulso uno de los periodos de crecimiento más largos de la historia.

Hoy en día estas diferencias de prioridades han disminuido. Las circunstancias actuales son muy diferentes de las de primeros de los 90 ya que el déficit es 'sólo' del 2.5% (en 1992 era del 4,7%). Además el problema más acuciante no es sólo el del crecimiento, sino también el de corregir las desigualdades, y hay consenso en que el crecimiento económico por si sólo no es suficiente para atajar ese problema, ya que por vez primera desde que se registran estos datos, un ciclo de expansión económica termina sin que hayan subido las rentas familiares de forma significativa.

Es por ello que las políticas de Obama serían diferentes de las de Clinton. En vez de subir los impuestos para reducir el déficit, como hizo Clinton, Obama propone en su programa económico reformar el impuesto sobre la renta de forma que las familias que ganen más de 250.000 dólares al año tengan que pagar más, y al mismo tiempo bajar los impuestos a todos los demás contribuyentes para que paguen menos. Con los ingresos adicionales (y el ahorro de la retirada de Irak) Obama invertiría en proyectos de infraestructura, en educación, y en alternativas energéticas, como instrumento para crear nuevos trabajos y estimular la economía. La reducción del déficit es pues sólo un objetivo a medio plazo.

Pese a estar ubicado profesionalmente en la Universidad de Chicago (cuna de Milton Friedman) donde ha sido profesor de Derecho, haberse rodeado de profesores de esa universidad como asesores (como Austan Goolsbee), y haber aceptado públicamente que las reformas de Ronald Reagan eran necesarias, Obama es más progresista en temas como las desigualdades y el medio ambiente y acepta que el mercado no es la solución idónea para todos los problemas.

En definitiva bajo un Gobierno de Obama cabría esperar más intervención regulatoria por parte del Gobierno y al mismo tiempo más políticas redistributivas. Si Obama ha demostrado algo en su relativamente breve carrera política es su preferencia por la moderación, el consenso y el pragmatismo. Lo más atractivo de su campaña está siendo su deseo no sólo de unificar a su partido sino a su país. En los próximos dos meses se enfrenta al reto de convencer a millones de votantes de que está listo para ser presidente.

Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid, y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

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