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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Contribuir a que baje la inflación

La inflación empieza a remitir. En agosto ha bajado cuatro décimas, hasta el 4,9%, según el avance del INE para el dato armonizado. Los analistas y el propio Gobierno descontaban una bajada, lógica tras el descenso de 30 dólares en el precio del barril en algo más de un mes. El dato es doblemente positivo, pues se esperaba una reducción menor y fundamenta las esperanzas de que el año termine por debajo del 4%. Especialmente por el efecto escalón, ya que en los últimos meses de 2007 se produjo una fuerte subida del crudo. Sin embargo, la bajada del IPC de agosto esconde lados oscuros.

El primero es la certeza de que la reducción se debe, junto a la bajada de los combustibles, a la delicada situación de la economía. La atonía del consumo y el descenso de la inversión están provocando un derrumbe de las ventas tan preocupante como la propia inflación. Y los próximos recortes no van a bastar para anular la brecha existente entre el IPC español y el comunitario, que en julio fue de 1,3 puntos. Un petróleo más barato beneficia a todos por igual, como ponen de manifiesto, por ejemplo, las rebajas en agosto de cuatro décimas en la inflación alemana y de cinco en la belga.

El riesgo de la inflación española reside precisamente en este abultado diferencial, que merma la competitividad de las empresas frente a sus homólogas europeas y reduce la capacidad adquisitiva de las familias. Hay que remarcar que el descenso de las cuatro décimas en agosto no se ha producido por una mejora estructural, sino por los cambios en el petróleo, un input externo sobre el que España no se puede influir. La verdadera batalla reside en atajar la dependencia energética y, por tanto, frenar la exposición a las variaciones del precio del crudo. El Gobierno debe adoptar medidas profundas, más allá de un mero plan de choque, para fomentar la eficiencia en el uso de las energías. Entre ellas, definir el modelo energético que deberá satisfacer la demanda de las próximas décadas.

Las autoridades también están obligadas a estudiar fórmulas que contribuyan a reducir este diferencial de inflación. Numerosas actividades, especialmente de servicios, mantienen precios superiores a los de otros países por ineficiencias en la regulación o falta de competencia. Además, no hay que olvidar el impacto en los precios de otros sectores -como hostelería o restauración-, entre los más inflacionistas a pesar de la competencia interior. Un caso especial por su repercusión económica, y social, es el de las gasolinas. El Ministerio de Economía ya ha advertido que vigilará estrechamente que las petroleras repercutan en los precios finales las bajadas del crudo. Deberá tomar nota de que en agosto los carburantes bajaron de media la mitad que el petróleo.

Hay que celebrar el descenso de los precios en agosto, que a más de uno ha sorprendido por su cuantía. Sin embargo, todo indica que a la economía española le queda un largo camino para volver a crecer a su potencial. La revisión al alza del crecimiento del PIB de EE UU en el segundo trimestre, hasta el 3,3%, puede ser un primer cambio de tendencia positivo. La recuperación del gigante servirá para reactivar la economía europea. Si España quiere estar en la primera fila debe tener hechos los deberes contra la inflación.

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