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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El turismo debe reaccionar

Julio ha sido un mes funesto para el turismo: el número de extranjeros que escogió España para pasar sus vacaciones cayó un 8%. Tanto el sector como las autoridades han mostrado una preocupación razonable por unos datos que, a lo largo del año, vienen anunciando que las previsiones de mejora no se van a cumplir. Francia ha sido el mercado emisor en mayor retroceso, con una caída del 21,6% en el número de viajeros. Sin embargo, el frenazo ha sido generalizado e incluye a Reino Unido, el país desde el que más turistas viajan a España.

En lo que va de año, todavía no hay descenso del número de visitantes, algo que se ha utilizado por la Administración como prueba de la fortaleza del sector. Sin embargo, el escaso incremento del 0,2% hace sospechar sobre un exceso de optimismo por parte de quienes diseñan la política turística. Habrá que esperar a los resultados de agosto para conocer el cierre de la temporada de verano, pero todo indica que cada día sin tomar medidas es un día perdido. Y de poco servirá achacar los flojos resultados turísticos a los rigores de una crisis económica que afecta a los principales mercados emisores. Según todas las previsiones, estas dificultades se van a alargar a 2009 y, posiblemente, a 2010. Por ello sería poco sensato no buscar antes remedio al frenazo turístico.

Ante los malos datos, el ministro de Industria, Comercio y Turismo, Miguel Sebastián, ha anunciado un plan especial. En este sentido, se celebrará una sesión del Consejo Español de Turismo en septiembre para reforzar la colaboración público-privada. Esa colaboración es el camino. Siempre que no se quede en las anunciadas campañas de publicidad en los mercados tradicionales y algunos emergentes. Ese tipo de iniciativas se antojan cortas cuando los nuevos destinos no dejan de crecer como competidores, y suenan a improvisación al recordar que está en marcha el Plan Horizonte 2010, así como otros que pretenden establecer nuevos modelos para los puntos turísticos más maduros, además del plan Renove para modernizar las instalaciones y, por añadidura, los múltiples planes autonómicos. La dispersión de fuerzas entre las Administraciones es una perniciosa constante que se manifiesta, sistemáticamente, en la falta de coordinación de la política de promoción turística de las diferentes comunidades autónomas.

Aunque se agudicen por la debilidad de la economía mundial, los problemas del sector turístico español no son coyunturales. Son variadas sus deficiencias crónicas: destinos masificados, entornos naturales degradados, personal con formación deficiente, precios cada vez menos competitivos e instalaciones anticuadas en muchos puntos, especialmente del litoral. Aumentar la calidad del servicio, las instalaciones y los destinos no es una elección, es una exigencia. Y para eso se requieren inversiones públicas y privadas. La mejora de la calidad debe ser compatible, además, con precios competitivos. El aumento de turistas en vuelos baratos pone de manifiesto la importancia del precio en cierto modelo de turismo actual. Habrá que definir de una vez el modelo que quiere España y obrar en consecuencia. Aunque no por eso se entenderá que muchos precios del sector suban siempre más que la inflación.

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