La estable burbuja del oro
El atractivo del oro está claro: su valor está en buena forma, no como el arbitrario valor de la moneda, por ejemplo, de Robert Mugabe, presidente de Zimbabue, y autor de la superinflación. El oro es fuerte como un roble ante las locuras de los banqueros centrales y los políticos. Es una inversión que permanecerá valiosa. Pero cuando el coste de entrar en la inversión refugio del oro casi se cuadriplica en seis años, el refugio se arriesga a convertirse en lodazal.
El apabullante crecimiento del oro debe verse en el contexto del incremento por siete del precio del crudo. A finales de los 90, cuando Ricitos de Oro era el epíteto preferido para la economía estadounidense y las acciones avivaban con celeridad grandes fortunas, el precio del oro estaba inusualmente bajo. Su resurgimiento hacia arriba empezó, por debajo de los 300 dólares, en 2002, cuando la burbuja bursátil había reventado y se conseguía un euro con 90 céntimos.
Cuando el dólar perdió el 45% de su valor frente al euro y la burbuja inmobiliaria estalló, el encanto del oro, del crudo y las commodities aún fue mayor. Tampoco se necesitaba ser un minero. El aumento de los fondos de intercambio ha facilitado la ruta para inversores ordinarios.
Ahora, algunas de las tendencias que han favorecido al oro están de retroceso. El dólar ha perdido un 9% de su valor frente al euro. El petróleo ha adelgazado un 25% respecto a su precio más alto. El índice de precios de commodities de The Economist ha caído un 11,6% en el mes pasado. El mismo oro, sobre los 814 dólares, ha descendido un 21% respecto a la cima de 1.030 dólares que alcanzó en marzo.
El oro puede ser más vulnerable que otras commodities, cuya demanda debería seguir subiendo mientras China, India y el resto sigan enriqueciéndose. La demanda física del oro no parece dispararse, y el precio del refugio del oro no puede subir indefinidamente.
Las razones para invertir en oro podrían, sin embargo, reavivarse si el delicado sistema financiero estadounidense fuera a entrar en crisis, forzando a la Fed a abrir el grifo del dinero por completo. Pero por ahora el oro no parece la mejor alternativa al dinero, pero sí una preciada burbuja por él mismo.
Por Edward Hadas
No cantéis victoria
Las batallas de las opas normalmente finalizan con dos victorias. El comprador gana la compañía deseada y los accionistas de la compañía deseada un montón de dinero. El acuerdo de ayer para terminar la guerra alemana entre Continental AG y Schaeffler está lejos de lo normal. Schaeffler, en manos privadas, termina con menos de la mitad de las acciones del fabricante de componentes de coches y está obligado a un acuerdo de compromisos de cuatro años sobre estrategia y estructura financiera, supervisado por un ex primer ministro alemán. Los accionistas de Conti sacan el 20% menos que el precio de los títulos hace un año, y un precario aumento del 7% sobre la primera oferta. Aunque Schaeffler no poseerá Conti, parece haber conseguido mucho de lo que quería. No podría haber financiado fácilmente una opa a la totalidad, pero el ambicioso grupo familiar puede sin demasiados problemas hacerse con los 6.000 millones de euros necesarios para el 50% de las acciones. Las restricciones pueden ser dolorosas pero, con la consecuente resignación de Manfred Wennemer, hostil consejero delegado de Conti, el camino de Schaeffler para el control de la gestión parece claro. Para los accionistas de Conti no hay nada parecido a la victoria. Es verdad que la oferta significa una prima del 39% sobre el precio de las acciones anterior a la oferta. Pero ese precio estaba bajo. Y para esta temporada, muchos no harán ninguna oferta. Esta reticencia es exactamente lo que Schaeffler necesita. Para mantener el acuerdo con Conti, el adquirente debe dejar cualquier participación por encima del umbral de los 49,99% a las instituciones financieras, que tendrán cinco años para venderlas.Pero para los accionistas de Conti, mantenerse en esta posición no es necesariamente atrayente. Con un accionista dominante, la compañía es a prueba de ofertas. Y cuando termine el acuerdo de compromisos, Schaeffler podrá comprar acciones adicionales cuando le plazca en el mercado, sin obligaciones legales a hacer una oferta por la totalidad.En efecto, los accionistas que no son Schaeffler están abandonados en el limbo. Deberían dirigir su furia a la ejecutiva supervisora de Conti, que parece más interesada en los trabajadores y otros participantes que en la maximización del valor para el accionista. Pero la ley de opas alemana, que permite las ofertas a la baja y un control a rastras, es la principal culpable.Por Ian Campbell