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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Respuesta común de la UE a la crisis

Ahora que la crisis golpea a la mayoría de las economías europeas, Francia ha llamado a la puerta de los socios comunitarios demandando 'una respuesta coordinada' para hacerle frente. En el segundo trimestre, el PIB francés se redujo tres décimas en términos trimestrales y la economía gala amenaza con peores noticias. No es la única. Alemania decrece medio punto; Italia, tres décimas, y el conjunto de la zona euro, dos. Se trata, pues, de un problema que afecta a todos y tiene todo el sentido buscar soluciones conjuntas en Europa.

Aunque las medidas que Francia presentará al Ecofin del 12 y 13 de septiembre en Niza aún están en la mesa de trabajo, los expertos consideran que hay poco margen de maniobra. La política fiscal está descartada por la anemia en las arcas de la mayoría de los Estados miembros, por lo que a corto plazo todo se fía a la política monetaria. Pero ésta ya está coordinada por el BCE y poco podrán hacer los Gobiernos en ese campo salvo insistir en la presión a Jean-Claude Trichet para que baje los tipos, una decisión difícil con la inflación en máximos. No hay que esperar bálsamos milagrosos de la reunión de Niza. Pero sí cobra interés la eterna propuesta, retomada ahora por el primer ministro galo, François Fillon, de emprender reformas estructurales que mejoren la competitividad y la eficacia de las empresas europeas.

Paliar los problemas de liquidez que estrangulan las economías europeas sería la primera. Crear un fondo común de inversión, como proponen algunos expertos, sería otro avance. Sin embargo, la experiencia dice que no se puede esperar una reacción rápida de la UE. Baste recordar los intentos en materia fiscal o en numerosos mercados sectoriales, que chocan una y otra vez con intereses nacionales cortoplacistas. En este sentido, resulta tan paradójico como esperanzador que sea Francia, presidente de turno de la UE, el miembro que proponga reformas a nivel europeo. Sus posturas proteccionistas han imposibilitado avances en numerosos casos, como el del mercado eléctrico común, uno de los obstáculos para que las economías europeas ganen competitividad.

Nada más llegar a la presidencia europea, Nicolás Sarkozy intentó que la UE actuase coordinadamente contra la subida de los carburantes. Pidió que se limitase el IVA que soportan, y fracasó en su intento. No obstante, la situación económica no tenía la gravedad de hoy. La reunión de septiembre será una buena oportunidad para afrontar las grandes reformas de forma conjunta. Muchas son las materias a debatir: un mercado laboral más flexible y seguro, mercado energético común, una fiscalidad armonizada, el mercado de servicios, la reducción de las trabas administrativos o unos sistemas financieros más integrados y controlados por una autoridad comunitaria que evite nuevos sustos. Son sólo algunas cuestiones que, resueltas con imaginación, pueden lograr una economía europea más fuerte y compacta.

La presidencia de turno de Francia, uno de los pesos pesados del club, es un buen principio de partida. Una vez más, está por ver si hay voluntad política de los miembros para seguir avanzando hacia un mercado único real. Porque ahí está la fuerza de la Unión.

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