A todo gas, naturalmente
Se anuncia la opa que Gas Natural, con el respaldo de sus dos grandes accionistas Repsol y Criteria, el holding industrial de La Caixa, va a lanzar sobre la eléctrica Unión Fenosa, donde reinaba el admirado Florentino Pérez de ACS. Se cumple aquello de que a la tercera va la vencida, después de los intentos fracasados de Gas Natural respecto de Iberdrola y de Endesa. Todavía resuena el numantinismo constitucional de Manuel Pizarro, dispuesto a defender la plusvalía de los accionistas y capaz de convencer al común de la población de que todos saldríamos ganando al mejorar a los propietarios de la compañía. Luego hemos averiguado que quienes compran al precio más alto quieren repercutir esos costes en el consumidor y buscan la elevación consiguiente de las tarifas.
Al final, el revés de la trama reveló también las habilidades desplegadas como impulsor y desalentador de diversas iniciativas en este campo por el entonces director de la Oficina Económica del Presidente, Miguel Sebastián, que, después de prestarse a ser candidato a la alcaldía de Madrid cuando Zapatero sólo cosechaba negativas, ha recibido en premio el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
Pronto vuelve la burra al trigo y estamos advertidos por el proverbio bíblico que prescribe aquello de 'no pongas bozal al buey que trilla'. Además, sabíamos por tantos antecedentes históricos que donde muchos ven la ruina, algunos más perspicaces atisban la fortuna, encuentran entre las basuras las buenas ocasiones, como sucedió en Valdemingómez con nuestros rehabilitados Albertos, que tantas tardes de gloria nos dieron.
Ahora nos repiten las autoridades y los expertos que se han terminado los tiempos de la energía abundante y barata y que debemos adaptarnos a su escasez y carestía. Unas dobles parejas, en cada una de las cuales el segundo término resulta ser una función dependiente del primero. Así, la baratura se presenta como consecuencia inexorable de la abundancia, de la misma manera que la carestía ha sido aceptada como derivada necesaria de la escasez. Si para representar los valores de la variable escasez-abundancia elegimos el eje de las abscisas y en el eje de ordenadas representamos los precios (correspondientes a los valores de la función carestía-baratura), la intersección de ambos valores sobre el plano dibuja la curva geométrica de la función precios y ofrece el cumplimiento en cada caso de la ley de la oferta y la demanda, que viene a ser para los economistas lo mismo que la ley de la gravitación para los físicos newtonianos.
Claro que en la mecánica clásica a la ley de la gravitación no se le conocen excepciones, mientras que la ley de la oferta y la demanda presenta incumplimientos clamorosos, agujeros negros, espacios ingrávidos, pendientes de ser explicados con un mínimo de coherencia, abriendo campo al papel desempeñado por la manipulación y las especulaciones.
Así, por ejemplo, seguimos a la espera de conocer por qué el incremento de los precios de la vivienda ha podido producirse en paralelo con la multiplicación exponencial de su oferta. Pero volvamos al gas, y por el gas a la energía eléctrica, una cuestión que echa chispas, porque teníamos pendiente desde hace semanas dar cuenta de los comentarios que el informe complementario de la Comisión Nacional de la Energía (CNE) sobre precios y costes de la generación de electricidad.
Veamos que la reacción de las compañías eléctricas ha sido contundente y que no han dudado en impugnar los planteamientos de la CNE, que en su opinión carecerían de sustento teórico y estarían basados en datos falsos utilizados deslealmente y con una clara intencionalidad intervencionista.
Uno de los argumentos de las compañías del sector es que en todas las actividades en competencia -como la propia generación eléctrica- el precio se establece de forma marginalista, 'que nadie vende un mismo bien a distinto precio en función de cómo lo produzca' y que 'en cualquier mercado libre, el precio no lo determinan los costes, sino la oferta y la demanda'. Por eso acusan a la CNE de propugnar veladamente que cada tecnología de producción con costes diferentes tenga una retribución diferenciada y parecen advertir en esa pretensión un regreso al control público de los costes y al marco legal estable.
Claro que si hay un sistema tarifario bajo control público, las pretensiones de la CNE sobre los costes tampoco pueden presentarse como absurdas sin más. En todo caso, la imposibilidad de concluir el programa de la asignatura de la energía nos obliga a emplazar a los interesados para septiembre. Vale.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista