_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un gran pacto contra la crisis

Como ya hay acuerdo en la existencia de una crisis económica, y dado que en la discusión dialéctica se han perdido unos meses preciosos y no se está en condiciones de perder más, ha llegado la hora de hablar de las soluciones y de ejecutarlas con premura y el máximo consenso posible. En las últimas semanas se han aludido a todo tipo de tablas de salvación, muchas de ellas exageradas, pero todas con un punto de acierto que debe ser considerado. Pactos de La Moncloa, Plan de Estabilización, Pacto de Rentas, etcétera son viejas terminologías aplicadas a problemas parecidos al que tiene ahora la economía, pero en circunstancias políticas y sociales bien diferentes.

La más utilizada es la reedición de los Pactos de La Moncloa, que puso soluciones a la sangría del aparato productivo en la transición democrática, justo cuando la primera gran explosión de precios del crudo abrió en canal la economía feliz del tardofranquismo. Los partidos políticos pactaron con el Gobierno, con el respaldo de sindicatos y patronal, los mecanismos para estabilizar la economía y poner las bases de una democratización del mercado laboral. Enrique Fuentes Quintana, que quería aflorar el coste de la crisis para que cada cual pagase su parte, puso el órdago de su dimisión en la mesa de Adolfo Suárez y arrancó el consenso de todos para arreglar el desaguisado.

La situación económica de ahora es grave, a juzgar por la evolución de los indicadores, y por el nerviosismo que cualquier noticia negativa provoca en los mercados financieros, tal como ocurrió ayer por una simple alerta pesimista de Vodafone. Pero carece de la gravedad política de los setenta, entre otras cosas porque la democracia está enraizada. Eso no quiere decir que los políticos no deban hacer un esfuerzo de entendimiento y colaboración. Todo lo contrario, y sobre todo PSOE y PP, que en las elecciones de marzo obtuvieron el mayor respaldo que se recuerda. Por tanto, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, que se ven hoy las caras, deben escucharse más y ceder cuando la razón y el bien común lo aconsejen.

La solución parece estar otra vez en las recetas clásicas, porque clásica es la dificultad. No obstante, se debe tener en cuenta que en el frontispicio de la gestión política de la economía debe estar la búsqueda de otro modelo de crecimiento, dado el agotamiento del explotado hasta ahora, que genera efervescencia en unos momentos y profundas depresiones en otros. Y para ello, la búsqueda de un crecimiento basado en la capacidad del capital humano, que pasa por una reforma integral de la educación en todos sus niveles para profesionalizarla e imbricarla con el mercado laboral, ha de ser uno de los objetivo prioritarios.

España ha cedido competitividad de forma alarmante desde que entró en el euro por la acumulación de inflación diferencial no justificada (más de diez puntos). En el pasado, se absorbía y se ponía el contador a cero con devaluaciones de la divisa, ocultando un empobrecimiento general. Pero ahora no queda más remedio, en ausencia de soberanía cambiaria, que un pacto de control de rentas (salarios y precios) de al menos dos años para recuperar el terreno perdido. Empresarios y sindicatos tienen la palabra, y saben que es la única fórmula para conservar el empleo.

Más información

Archivado En

_
_