Hacia dónde va la inversión española en China
El paradigma chino está cambiando radicalmente, y a una velocidad mayor a la esperada. El Gobierno comunista decidió ya hace dos años cambiar la estructura del PIB chino avanzando hacia su concepto de El Dorado económico: Estados Unidos. China quiere una economía liderada por el consumo interno, donde sus empresas líderes locales lo sean también por defecto internacionales. Este país avanza, pues, desde ser la fábrica global a bajo coste, hacia ser el gran mercado global.
¿Qué implicaciones puede tener esta nueva realidad sobre la inversión y empresas españolas? En un primer lugar, desde la perspectiva de la producción: la China del bajo coste va a desaparecer, en un plazo de 3 a 5 años. Para poder financiar la máquina del consumo, China tendrá que subir salarios (ventaja comparativa clave en China) e incrementar la presión fiscal sobre las empresas (que consiguen ser actualmente competitivas al evadir impuestos). Por otro lado, las presiones inflacionistas en este país están al alza, y a su vez están desapareciendo los incentivos a la exportación (por ejemplo, el yuan se está revaluando a una media del 6% anual). Comprar en China o invertir en China para ahorrar costes en bienes de bajo coste y valor dejará de ser una opción obvia.
En su lugar, se está reconvirtiendo la impresionante infraestructura industrial de este país hacia los sectores de más valor añadido (química final, software, máquina industrial, mecanizados, moldes, estampados, etcétera). China ya se ha convertido en el segundo inversor global en I+D y en el primer productor de ingenieros y licenciados del mundo (más que EE UU y la UE juntos). Nos encontraremos, en breve, frente a la fábrica global de valor añadido. Y esto ocurrirá con un coste salarial de 3 a 5 dólares/hora; mucho más que el actual 0,8 a 1 dólares/hora pero mucho menos que los 25 a 30 dólares/hora europeos de media.
El impacto será obvio para nosotros: nuevos productos chinos amenazarán nuestras fronteras y podremos considerar China como una base de producción propia para una nueva gama industrial que hasta ahora no habíamos considerado.
Desde el punto de vista de la demanda: en los siguientes 15 años los crecimientos diferenciales del consumo global vendrán liderados por el mercado chino. Aquellas empresas verdaderamente internacionalizadas que quieran crecer globalmente tendrán que estar en este país. Se estima que pasemos de una masa de 100 millones de personas de clase media a 400-600 millones en un plazo relativamente corto (2020, con el pico de crecimiento en 2015).
El impacto en España será asimismo importante: se nos abre un abanico de oportunidades de mercado importantes. Esto lo vemos ya en las últimas estimaciones de inversión española en China. Durante este año, InterChina considera que la mayor parte de la inversión española se realizará en los sectores de sanidad, franquicias y bienes de lujo, servicios e infraestructuras, con un objetivo principal: capturar cuotas de mercado doméstico en China.
Cambiará también el perfil de los inversores: el 80% del valor de inversiones españolas corresponderá a las grandes empresas o multinacionales, mientras que tradicionalmente el perfil de la empresa inversora respondía sobre todo a la mediana empresa familiar. Se estima que para finales de 2008 la inversión española alcanzará los 520 millones de euros (no incluimos las inversiones en el mercado de valores de Hong Kong). Gran parte de esta inversión se canalizará a través de fusiones y adquisiciones y empresas mixtas (en contra de nuestra tradición de ir a solas a este país, ya desde los años ochenta).
Como conclusión, nos esperan años de cambio en China y, por ende, en el mundo. El concepto que teníamos de la cadena de suministro, competencia global y el reparto de pesos específicos en los mercados internacionales está siendo redefinido. Las empresas españolas han de estar preparadas y formar parte de este proceso. Hemos de ser capaces de transformar el riesgo en oportunidad.
Eduardo Morcillo. Director para España de InterChina Consulting