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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inflación importada

España avanza destacada en el tsunami inflacionista que, impulsado por la escalada del precio del petróleo, recorre las economías de todo el mundo. Tras una subida del 0,6% en junio, el INE confirmó el viernes el IPC avanzado para el mes: una tasa armonizada del 5,1% y del 5% en la general. Esto es, cuatro décimas más que el dato de mayo, el más alto en trece años y un diferencial de precios con la zona euro de 1,1 puntos porcentuales.

El precio del petróleo es responsable de 2,5 décimas de esta subida y los alimentos no elaborados aportan otra de las cuatro décimas. Esa es la razón por la que la inflación subyacente, que excluye precios energéticos y alimentos frescos, haya permanecido en el 3,3%. Y es la única buena noticia que trae el IPC.

El petróleo encarecido escapa del control del Gobierno, salvo en lo que se refiere a recortar la extraordinaria dependencia energética de la economía española. Y los precios de los alimentos frescos han sido impulsados al alza por la huelga del transporte en junio, provocada a su vez por el encarecimiento del gasóleo. Según esta explicación, la oficial, casi toda la nueva inflación sería importada a causa del choque petrolero. Pero creerlo así sería una ingenuidad.

Es cierto que una parte de la inflación viene de fuera y conviene cuidarse de ella. Sin embargo, nos estaremos engañando peligrosamente si consideramos que es la principal complicación. La economía española ha demostrado tener un serio problema inflacionista, incluso cuando, como ahora, puede rozar la recesión.

El gobernador del Banco de España llamó la atención esta misma semana sobre la responsabilidad de los márgenes empresariales en los últimos repuntes de la inflación. También -y en esa misma línea se mostró el viernes el vicepresidente Pedro Solbes- insistió en criticar por inflacionistas las cláusulas de revisión que vinculan los salarios al IPC. Son campos en los que sembrar nuevas fórmulas para combatir la hidra inflacionista, que no hace sino poner palos en las ruedas de la competitividad y acercarnos a la temida estanflación.

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