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¿Necesitamos tipos más altos?

Nuño Rodrígo (02-07-2008)

Convertir al banco central en la fuente de todos los males es una mala costumbre de un mercado que en ocasiones tiende a portarse como un niño mimado. Especialmente llamativa era la costumbre de jugar a la piñata con Trichet en España, país que hasta hace un año o año y medio convivía con una burbuja inmobiliaria rampante y una inflación que superaba el tipo de interés de referencia. El entorno pedía a gritos tipos más altos, pero llegaban con cuentagotas porque Alemania y Francia no estaban para bromas.

Tipos de interés demasiado bajos no traen nada bueno, y quien hace dos años se rasgaba las vestiduras cuando Trichet los colocaba en el 3% no era sino un insensato cortoplacista. Pero hoy la situación es bien distinta. La burbuja inmobiliaria ha pinchado, como todas las burbujas, y las prácticas trileras de determinados bancos estadounidenses -más insensatos y cortoplacistas que nadie-, unidas a la ceguera del resto del mercado han provocado una restricción crediticia histórica. Y, sí, la inflación está al 4%, cifra que remueve los demonios de un Banco Central Europeo construido sobre el esqueleto del Bundesbank. Pero, aun aceptando la mayor, es decir que el BCE está para velar por la estabilidad de precios y nada más, la probable subida de tipos de mañana sigue siendo difícil de entender.

Si un fuego no se ha apagado con un chaparrón, no se conseguirá gran cosa con dos cubos de agua. Ni con tres. Si la inflación se ha disparado con el euríbor por encima del 5,5%, el alza del tipo director en la zona euro poco hará, más allá de endurecer todavía más el crédito en un entorno que si no es de credit crunch, se le parece mucho.

Más que nada, endurecer la política monetaria ahora tiene el valor de los gestos. Probablemente haga poco contra la inflación, pero tenga algo más de efecto sobre las expectativas de inflación: enseña un banquero central duro y rocoso ante la amenaza de los precios, muestra su compromiso y deshace el miedo a una espiral de precios. Eso puede tener sentido; de hecho es el argumento favorito de los expertos. Otra cosa es que sea acertado o, especialmente, que las prisas a la hora de elevar el precio del dinero sean proporcionales a los riesgos que entrañaría el no tomar esta decisión esta semana.

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