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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bill Gates cierra capítulo

Bill Gates deja hoy la gestión en la compañía que creó en 1975 y cede los mandos de Microsoft a Steve Ballmer, el actual consejero delegado. Dice que su papel se reducirá a ir a la oficina una vez por semana para hacer labores de consultor. Tras de sí deja a muchos seguidores, y a muchos detractores. Gates, que gracias al software llegó a ser el hombre más rico del mundo, suscita admiración y antipatía a partes iguales. Y posiblemente con razón.

Con todo merecimiento, el empresario pasará a la historia de la empresa y la tecnología. Su idea -democratizar la informática haciéndola sencilla y a un precio asequible- le ha permitido crear un imperio. Su gran aportación, el sistema operativo Windows, ha triunfado de tal forma que se ha convertido en un estándar mundial de facto. Pero ese liderazgo ha provocado también muchos recelos de las autoridades reguladoras a ambos lados del Atlántico, al considerar que Microsoft abusaba de su posición de dominio para controlar otros negocios, como los navegadores, y expulsar del mercado a la competencia. Ese fue el caso, por ejemplo, del conocido enfrentamiento con Netscape.

Pero su capacidad visionaria inicial se ha convertido para muchos en miopía en los últimos años. Una miopía que no le ha dejado ver nuevas tendencias del sector. Sus detractores le acusan de no haber entendido a tiempo el valor de internet y el impacto de la web 2.0. Dos errores que podrían pasar factura a Microsoft. Prueba de ello es la fuerza de Google, una empresa nacida en 1998, y hoy su gran amenaza.

También ha pecado de cerrazón al negarse a abrir los códigos de sus productos a terceros. Un bloqueo que ha podido traducirse en el fracaso del Vista, la última gran apuesta del gigante, que según algunos analistas ha sido desarrollada con 'técnicas del siglo pasado'. Quizá la salida del fundador, camino de labores humanitarias, facilite un cambio de rumbo y evite el declive del gigante. Lo que sí supone es el inicio del fin de una élite tecnológico-empresarial de la que ha sido el máximo estandarte.

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