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Opinión
Tribuna
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Quememos el papel moneda

Cuando hace cuatro años, al conmemorar el 25 aniversario de ServiRed, tuve que echar la vista atrás para glosar nuestra historia, me topé con un recorte de CincoDías que daba cuenta de nuestro nacimiento, entonces con el nombre de Visa España. Es decir, el diario es más viejo que la estructura de nuestro sistema de pagos, lo que tiene mucho mérito. Y es muy probable que la evolución de ambos sectores haya favorecido en igual medida el desarrollo económico de nuestro país.

La información y, más que nada, la económica es base fundamental en la toma de decisiones empresariales y, aunque en nuestro país, como en otras muchas cosas, en su día sufrimos un retraso secular, sin duda el nacimiento de la prensa económica favoreció la difusión de información relevante para la toma de decisiones y el desarrollo económico.

En este número conmemorativo del 30 aniversario de CincoDías se nos pide que recreemos el cómo hemos cambiado en nuestro sector. Pues bien, diría que las entidades bancarias españolas, y los sistemas de pago, lo hemos hecho lo suficientemente bien en cantidad y calidad como para situar a España a la cabeza de los países en cuanto al desarrollo y nivel tecnológico de los medios de pago.

Es conocido el riesgo de incentivar el uso de los billetes para la economía'

La mirada orgullosa al pasado siempre tiene algo de decepcionante. Este sentimiento aflora porque, aunque el pasado no ha estado exento de cambios, dificultades y esfuerzos de un buen puñado de personas que han dedicado su vida profesional al sector, ni de lejos hemos conseguido sacar todo el provecho social que estos medios podrían proporcionar.

Si hace unos años me cuentan que hoy, en el siglo XXI, íbamos a seguir pagando el periódico con dinero en efectivo, hubiera afirmado rotundamente que no. Pero los pequeños pagos son sólo un ejemplo marginal de cómo no hemos sido capaces de aprovechar las nuevas tecnologías. Y los motivos no son un secreto.

Recurrentemente nos encontramos con noticias de cómo los españoles acaparamos la cuarta parte de los billetes de 500 euros emitidos en Europa, el 64% del efectivo que circula en nuestro país. Sin contar lo que representan otras denominaciones también de alto importe. ¿Para qué? ¿Para soportar la economía sumergida, el fraude fiscal, los comercios ilegales, la corrupción, el terrorismo y el tráfico de drogas? Y si la existencia del papel moneda soporta tanta evasión fiscal, tanta irregularidad, tanta criminalidad, ¿a quién achacarle la responsabilidad?, ¿a quien tiene el poder de la sustitución?

Varios expertos han analizado los peligros que para la economía supone seguir incentivando el uso del papel moneda. Sin ir más lejos, hace unos meses se publicada en España el libro La energía oscura del dinero, de Enrique Sáez Ponte, de recomendada lectura. En él se afirma que es el Estado, con el apoyo de los bancos centrales, quien da un trato privilegiado al papel moneda, sin motivos que lo justifiquen. Porque, según el citado analista, evaluando simplemente los costes de emisión, el sector público se ahorraría anualmente 43.000 millones de euros y el sector privado obtendría rendimientos positivos de 13.000 millones, que son los que se ahorran quienes se amparan en los billetes para defraudar a Hacienda. Todo ello sin tener en cuenta las ventajas sociales que nos procuraría dificultar los negocios criminales mencionados, cuyo valor desde cualquier punto de vista sería incalculable.

No existen argumentos para defender la protección pública a una forma de dinero que sólo beneficia a los que están al margen de la ley. Y existen varias propuestas de cómo se ganaría combatiendo la proliferación del papel moneda, utilizando las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Como señala muy acertadamente Sáez Ponte, por primera vez en la historia existe la posibilidad real de que las transacciones económicas puedan registrarse en su totalidad y con ello acabar con la herramienta de delincuentes y defraudadores.

Entidades bancarias y sistemas de pago estamos suficientemente preparados para garantizar un futuro sin efectivo. Y nuestras leyes, en concreto la Ley de Protección de Datos, y nuestro sistema legislativo son suficientemente eficientes y garantistas como para anular el miedo que pudiera generar el registro de las operaciones para evitar cualquier uso ilegítimo de las mismas. A pesar de la evidencia, el futuro de los medios de pago es una incógnita similar a la del periódico: ¿cuánto tiempo seguiremos pagando con papel moneda o cuánto tiempo seguiremos leyendo el diario en papel?

José Manuel Gabeiras. Presidente de ServiRed

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