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Opinión
Tribuna
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Mañana, igual que ayer, al servicio del consumidor

Al echar la vista atrás para analizar la evolución del comercio, lo cierto es que produce un cierto vértigo comprobar el cambio espectacular que se ha producido en el sector, que ha ido paralelo al que ha registrado la economía y la sociedad. Ha sido un periodo de fortísimos cambios sociales, culturales y económicos, y nuestro sector ha sabido -creo que lo podemos decir con honor- acoplarse al ritmo de los tiempos. Para ello, sólo ha habido una receta: hemos evolucionado con nuestros clientes para dar respuesta en tiempo y forma a sus necesidades.

La sociedad de hoy es radicalmente distinta de la que conocimos en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Hay un cambio fundamental, que es la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, lo que ha exigido redefinir sustancialmente los modelos de negocio. Se ha producido asimismo un cambio significativo en los modelos de familia. Cada vez hay más hogares unipersonales, familias monoparentales…

Por último, y especialmente en los últimos años, España se ha convertido en un país receptor de inmigrantes. De forma paralela a los cambios sociales, el modelo comercial de antaño ha evolucionado extraordinariamente. Junto a la pequeña tienda de barrio o la plaza de abastos, que siguen manteniendo con tesón y profesionalidad su mercado, se ha desarrollado un nuevo comercio con una oferta más potente e integrada que da una respuesta eficaz al grave problema actual de la escasez de tiempo y que, al ser gestionado de la manera más eficiente posible, permite optimizar la calidad, el servicio y el precio.

Las grandes empresas de distribución han venido a complementar la oferta de los pequeños comercios tradicionales, de manera que hoy tenemos un mapa comercial mucho más rico y variado, capaz de dar respuesta a las distintas demandas de cada tipo de cliente. No quiero pasar por alto la importancia de nuestras compañías en el tejido empresarial español y su responsabilidad en la dinamización de la actividad económica.

Nuestro acierto en el desarrollo del modelo de negocio nos ha convertido en un potente motor económico: damos empleo directo a más de 230.000 personas, trabajamos con cerca de 70.000 proveedores (de los cuales casi el 90% son españoles), somos uno de los sectores económicos con mayor potencial inversor y suponemos un foco de atracción para otros negocios allí donde nos instalamos. Pero también he de decir que recorrer este camino en absoluto ha resultado fácil. Ha sido un camino en el que las empresas de distribución han vivido un creciente proceso de intervención de las autoridades administrativas en la actividad sectorial y que ha condicionado de manera inequívoca el desarrollo estructural del sector comercial y que se ha caracterizado por su voluntad de limitar los factores más competitivos de los formatos comerciales de mayor tamaño.

Sin duda, en los momentos actuales, la pregunta sería si esos mecanismos de intervención han resultado eficaces para proteger a los pequeños comerciantes y, de manera principal, si han sido útiles para proteger el interés general de los consumidores. Desde luego, en muchas ocasiones, esa política comercial ha supuesto significativos recortes en la libertad de elección de los consumidores y la experiencia demuestra que la política comercial enfocada exclusivamente a perjudicar y reducir la competitividad de los grandes formatos comerciales no ha evitado una importante pérdida de la cuota de mercado de los pequeños comercios, que ha sido absorbida por el fuerte desarrollo de los formatos medianos de grandes empresas.

Aventurar los ejes por los que va a discurrir el futuro de nuestro sector, en una sociedad cuyo principal factor permanente es precisamente el cambio, no resulta sencillo. Sin duda, el gran reto que tienen planteado las empresas de distribución es el de disponer de una estructura, una gestión y una relación con los proveedores lo suficientemente ágil y eficaz como para gestionar ese cambio al vertiginoso ritmo que imponen nuestros clientes.

Las empresas de distribución estamos recogiendo las nuevas prioridades de nuestros clientes y trabajamos con verdadero ahínco en desarrollar políticas que nos hagan progresar como empresas socialmente responsables: incidir en la defensa del medio ambiente, a través de nuestras actuaciones directas y de las campañas que ya realizamos para contribuir al desarrollo de esta cultura entre los consumidores; ofrecer unas óptimas condiciones de seguridad, trazabilidad y calidad de los productos; colaborar con la sociedad en sus objetivos de solidaridad; potenciar el entorno territorial en el que nos asentamos con especial referencia a los centros históricos de nuestras ciudades y reforzar nuestro capital humano con políticas de igualdad, redoblando los esfuerzos en formación y conciliación de la vida laboral y familiar.

Son sólo algunas de las líneas en las que ya trabajamos de forma intensa, pero que habrá que seguir reforzando en el futuro.

Javier Millán-Astray. Director general de la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (Anged)

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